Conocemos la “realidad”, pero no nos basta para vivir en ella. Tenemos las palabras concretas, pero tampoco nos son suficientes para poder expresarnos. Es por ello que existen los que trabajamos soñando, creando e inventando sin fin de historias, ya sea con la música o con las letras, con la pintura o con la escultura, la arquitectura o la danza. Bellezas que encontramos en todas partes y que uno las hace ver aún más bellas…
¿Qué es la vida sino un sueño dentro del sueño mismo, dentro de la realidad misma, ya sea solipsista o materialista (dependiendo cómo lo quiera ver el autor)? Todos los días, como hoy y siempre, se busca una continua necesidad de expresión, la cual, nunca llegar a ser exacta, precisa, o, de menos, tan concisa como la idea que retenemos en nuestra realidad interior, en nuestra mente. Ninguna lengua es tan completa para expresar exactamente lo que uno desea; ningún pincel tan fino como para marcar los más significativos detalles; ningún instrumento tan bello para entonar lo que nosotros recordamos de sueños auditivos. La creatividad de ideas es ilimitable, a comparación de la variedad de herramientas necesarias para su realización. Vivimos en un mundo bajo el constante trabajo por la búsqueda del sueño (por fin) materializado.
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