martes, 14 de junio de 2011

Antes de cerrar los ojos...

En definitiva, los finales no eran lo suyo. Comenzaba a desesperar, ¿cómo podía uno jugarle al inmortal, al que nunca rompe una promesa, al que ni por la cabeza piensa en ser infiel? Él sabía que era diferente, los demás lo sabían también y aún así el pensamiento de normalidad se infiltraba en su cabeza como una infección.
   -¿Ambros? -el extraño nombre resonaba en cada rincón de la habitación, la voz era dulce, un tanto insinuante, ciertamente de mujer-. ¿Estás aquí? Todos te esperan.
   El cuarto estaba envuelto en un misterioso silencio, no parecía haber nadie dentro, solo libros que tenían el letrero de “intocables” sobre el escritorio, una chimenea encendida y próxima a extinguirse y una media luz que sugería una escena de crimen.
   -¿Ambros? -Karina se acercó despacio hacia el escritorio, creía haber escuchado el cambiar de una página, apenas y había sido perceptible para el oído común- Todos están esperando…
   Los pasos de los zapatos de tacón se hundían en la alfombra, era difícil mantener el equilibrio en ese tipo de terreno, pero la curiosidad o quizá el respetuoso convencionalismo que Karina tenia a con los invitados la hizo avanzar, frente a ella una silla con gran respaldo ocultaba una ligera respiración. Ahí estaba la persona que buscaba, con los ojos fijos en la pequeña letra de las páginas. No conocía el libro, pero tenía una superficial idea de que podía tratar.
   -Los invitados esperan.
   El mutismo aún predominaba en la insólita escena, el fuego iba desapareciendo junto con la luz y el calor y la paciencia de la mujer intentaba ser tranquilizada con el ritmo de la tenue respiración de Ambros.
   -Si sigues leyendo con esta luz te lastimaras la vista…
   La calma que antes tenía se convirtió rápidamente en miedo. Un escalofrío le recorría por la espalda lentamente, el rostro comenzaba a notarse pálido, la respuesta del hombre que parecía leer era nula, su respiración ya no se podía percatar ni con el más educado oído, estaba ahí, inmóvil frente al escritorio, con una tranquilidad de muerto. La delgada y fría de mano de Karina avanzó en dirección del rígido hombro de Ambros, pronto sabría la verdad de la situación.
   -Dios… -ahora sabia con lo que se encontraba, quizá debería empezar a gritar al percatarse a ciencia cierta de lo que tenía enfrente-. Es mejor templarse, no podía pasar otra cosa más que esto…
   -Tienes razón, aquí no podía pasar nada -Ambros parecía indiferente a la circunstancia presente, aún permanecía con la vista pegada en el libro y, tras cambiar la página se llevó una enorme decepción, la lectura había terminado-. Buenas noches Karina.
   <<Normalidad…>> pensó Ambros con detenimiento mientras se cobijaba y preparaba para dormir, ahora pasaría cinco minutos antes de cerrar los ojos cuestionándose si era suficiente razón que el personaje de la historia se llamase como él para leer algo como aquello, era un pésimo libro.