jueves, 11 de noviembre de 2010

El humo del cigarro...

El humo del cigarro siempre me ha molestado, pero aún seguía pidiendo la mesa en el mismo lugar en la zona de fumadores porque a ella le gustaba una conversación tras una asfixiante cortina. Llegó tarde, como de costumbre y siempre con una linda sonrisa antes de disculparse con una treta diferente cada vez que nos dábamos cita en aquel lugar. A mí me agradaba su trivial platica, hacia de mis respuestas cosa sencilla y cuando mencionaba algo que ella no entendía soltaba en risa y decía que no me comprendía en lo absoluto, que no sabía si la había elogiado o insultado. Me gustaba eso. Me gustaba ella.
  La plática se encamino hacia los hijos, yo ponderaba que estos sólo eran una extensión de nosotros y que a su vez nosotros éramos la extensión de nuestros padres y así sucesivamente en un doble camino. Con una mirada inquisitoria me observo por un largo rato, eso no me incomodaba, su semblante era contemplativo, intelectual incluso, pero el encanto de ese momento rompía en otro aún más cómodo, sus palabras sonaron elocuentes y firmes, me hacía notar que siempre complicaba las cosas, bebió un poco de vino y prosiguió, los hijos, al igual que nosotros somos ajenos en cuanto a la identidad, por lo cual no pueden ser sólo una extensión de nosotros, se llevo la copa a la boca y cerró los ojos en una forma dulce. Identidad? Acaso ella sabía lo que implicaba toda esa palabra? Me sorprendí por un instante y de mis palabras se escuchó  “Touché”.
  La velada estaba por terminar, ya no había comida en los platos y la botella de vino estaba próxima a terminarse, mis palabras ahora eran bastante simples y el aire ya no me molestaba, el humo estaba siendo remplazado por sonoras carcajadas. Ella calló repentinamente, me puse nervioso, había sido un cambio muy súbito y aquella risa dibujada en sus fascinantes labios se convertía en silencio, en un serio silencio. Se levanto de su asiento, era hermosa, sabía lo que iba a suceder, se abriría paso sobre la mesa y cerraríamos la noche con un tierno beso. La música sonaba, todo era perfecto, ella era perfecta, sus labios eran perfectos. Amor. El tiempo se congelaba mientras nuestros labios se batían en romántico duelo, mis ojos cerrados se abrieron como si recordara algo muy importante, claro, su boca sabia a humo de cigarro…