viernes, 10 de junio de 2011

Frente a la ventana...

El vapor de una vieja cafetera viraba en dirección al cielo, era una gran nube que se alzaba en una bella columna fuera del establecimiento, llegando un poco más allá de los sueños. La cafetería “Suelo gris” era famosa por poseer un aroma en particular, un olor a recuerdo se fusionaba a través del tiempo con un ligero sabor a antiguo en forma de líquido obscuro recién salido de las primeras dos válvulas de una enorme máquina del año de 1894.
   -¿Y ese, quién es? Preguntaba la voz de un empleado a la mujer que lavaba los platos en ese instante.
   -Creo que se llama Miguel, viene cada viernes, pide un café americano y se pasa dos horas leyendo el diario de la semana pasada. Respondía Violeta mientras secaba un plato de porcelana.
   -Nunca lo había notado.
   -Bueno, tú nunca notas nada. Al decir esto no pudo evitar reírse frente a su compañero quien solo la miraba con un poco de recelo, nada grave debido a que sabía que era verdad.
   -Bueno, lo que pasa es que soy un empleado dedicado y mantengo mi mente solo en el trabajo.
   -Pues “empleado dedicado” la mesa tres lleva esperando ya veinte minutos esperando por el desayuno que tienes en esa charola.
   -¡Santo cielo! Era un expresión bastante adecuada para el momento, pero no parecía que le preocupara mucho hacer esperar a la clientela ya que aún seguía parado y riendo ahora frente a ella.
   -Anda ya ve a dejar eso, que luego te van a llamar la atención por esto y luego me la van a llamar a mí por ser parte de.
   Era un viernes agradable, incluso parecía que iba a llover, era un día nublado y el viento frio provocaba que muchas personas entraran al establecimiento para pasar un buen rato tras una taza de café. Miguel estaba sentado frente a la ventana, el mismo lugar de siempre, a la vista de cualquier viandante que caminara por ahí, era un hombre de rutina, seguro de lo que hace o quizá era todo lo contrario. De su tasa ya no se podía ver el calor escapándose, tenía la costumbre de no beber hasta dar por terminado la sección de anuncios de autos viejos del periódico, a veces marcaba uno con un plumón azul y otras veces lo hacía con uno rojo. Santiago, después de haber dejado el desayuno retardado a una joven pareja se aproximó hacia la mesa donde estaba el extraño hombre, frente a la ventana.
   -¿Se le ofrece algo más señor? Más que servicial, lo que estaba haciendo era pura investigación. Pronto se dio cuenta que efectivamente el diario era de la semana pasada y que no había dado ni un solo sorbo al delicioso café.
   -No gracias, estoy bien. Su voz era cansina y temblorosa, tal vez tenía miedo o, más probablemente el hecho de verse interrumpido en una rutina que parecía perfecta lo desconectaba de sí.
   Miguel volvió con un pequeño temblor en el cuerpo al periódico, había perdido el auto en donde se había quedado minutos antes de la interrupción, tendría que empezar desde su ultima marca, esta vez con un plumón amarillo. Santiago, al notar que ya no podía hacer más se despidió con un ligero movimiento de cabeza y con una sonrisa que se captaba como muy fingida.
   -Sabes, me gusta el sonido que hacen los cubiertos al chocar. Decía mientras se recargaba junto al fregadero, miraba en dirección de la ventana.
   -Otra vez tú aquí. Esto no se escuchó como un reclamo, disfrutaba mucho de la compañía de aquel descuidado trabajador. –Pues si quieres, puedes ser tú quien termine de lavar estos trastes. Lo miró detenidamente un segundo y cuando éste se percato de su mirada, ella le guiño el ojo coquetamente.
   -Vaya que es extraño. Resolvió mientras regresaba con los ojos a su inspección del sujeto frente a la ventana.
   - Deberías dejarlo en paz, ya casi han pasado dos horas desde su llegada, dejara el periódico a un lado, tomará un sorbo de café y se levantara para ir a pagarlo en la caja.
   Santiago observaba su reloj con cuidado, la manecilla grande estaba a punto de indicar que serían las doce en unos cuantos segundos y Miguel, con esa exacta puntualidad que lo había caracterizado, efectivamente dejo el diario a un lado, bebió un poco de café y se levanto del asiento.
   -Algo anda mal.
   -¿Por qué lo dices?
   -No ha ido a pagar, se ha vuelto a sentar.
   Invadida por la curiosidad, Violeta se volvió hacia donde se encontraba el extraño sujeto de rutina, ahora interrumpida. Le sorprendía, nunca había cambiado la costumbre en todo el tiempo que se le había visto por ahí, pero pocos minutos después el hombre frente a la ventana se levantó nuevamente, se dirigió a pagar lo consumido en la caja y salió del establecimiento.