miércoles, 13 de octubre de 2010

El hoyo de Dios...

El hoyo de Dios no era mas que un hueco en la pared de mi habitación. Cada viernes por la noche, hombres y mujeres pagaban una suma bastante generosa para poder echar una mirada, eran grandes cantidades y estas solventaban mi forma de vida, llena de lujos y comodidades orientadas al placer contingente, inestable que en variadas ocasiones me llevaba a una desmesura de la cual era yo quien ahora pagaba un alto precio, con mi alma. Siempre era lo mismo, la misma necesidad obscena en cada una de las personas que acercaban su ojo y su atención a aquel hoyo, francamente nunca me atreví a dar un vistazo, me resistía con ímpetu, esa era mi virtud, el control sobre mi mismo.

  Una de esas noches transcurridas en mi habitación, un hombre de mucho poder en la ciudad fue a visitarme, pidiendo que se le dejara ver aquella maravilla de la que todos hablaban, no podía negarme a su petición, que mas bien sonaba como orden, dije rápidamente que si junto con una pequeña reverencia, aquel hombre parecía, como todos los ricos de las cercanías gordo y con un aire de divinidad, no cabían en si mismos, metafórica y literalmente. Me dio un pequeño sobre con una cantidad mayor a la que cobraba, pensé que algo mas iba a ocurrí aquel viernes, asomo la mirada y después de un gran alarido sacado de su enorme barriga cayó abruptamente sobre su estrepitosa espalda, el semblante en blanco y los ojos desorbitados, la reacción continua fue de alerta, los hombres que venían con el se dieron lugar al costado de aquella ballena tratando de darle primeros auxilios mientras otro de ellos sacaba un arma de sus pantalones y apuntaba con gran convicción en dirección de mi cabeza, me preguntaron que qué había pasado, que qué se encontraba del otro lado del agujero, un movimiento brusco de la pistola hizo que sacara sin pensar mucho la respuesta, es el cielo lo que hay detrás de todo respondí, aquel dictamen encolerizo a los acompañantes y provoco que uno de los que atendía al caído se levantara y me golpeara con gran fuerza el rostro. Varios hilos de sangre se habrían paso sobre mi costosa alfombra hacia el baño, donde pretendía limpiarme y curar la herida recién abierta, pero el sujeto que me había abierto la boca me detuvo e insistía en qué era lo que había visto, algo molesto repliqué que miraran si no me creían. Miraron uno por uno y cada uno de ellos fueron perdiendo la expresión que tenían hasta hace unos momentos, la mirada perdida de uno al volver hacia mi y darme las gracias, otro igual que el enorme hombre cayó al instante y otro más seguí mirando. Acerque mis pasos hasta el que seguí en la pared, no respiraba, estaba muerto y estaba de pie, observando.

  Pasaron dos noches después de aquel incidente, la noche fue larga pero no lo suficiente para ocultar uno de los cuerpos, seguía estático en la pared, vino a mi la pregunta de qué era lo que continuaba viendo y si era posible que, cuando los despegase de aquel orificio volvería a la vida?. Mejor lo deje como estaba, no atraería la suficiente atención para sospecha alguna y yo mientras bebía un poco de té lo contemplaba. Sonó la puerta y derrame un poco del liquido caliente sobre mi camisa, era una camisa bastante cara y ahora no servía mas, me dirigí hacia la mirilla de la puerta y con una expresión de espanto maldije y respondí que en un momento abría, cogí el helado cuerpo del hoyo y lo escondí bajo la cama, me quite la camisa y con el torso desnudo abrí la puerta. Era una pareja de policías dentro de la cual la mitad era una mujer de cabello castaño, bastante atractiva y quien dijo que "las mujeres se atraían por el uniforme" debía de existir un hombre que dijera lo mismo de las mujeres, la cintura era entallada y mi falo comenzaba a notarse en el pantalón, yo lo sentía y los policías se daban cuenta. Ofrecí algo de beber y pedí disculpas por mi apariencia, me excuse diciendo que me acababa de levantar, los policías no hicieron gesto alguno, venían por algo en especifico y yo sabia que era, dijeron que no apetecía nada de beber, que venían porque según registros mi cuarto había sido la ultima instancia donde se había visto a J. (aquel enorme muerto), fingí sorpresa y les mencione que lo recordaba, que había venido a echar un vistazo a la maravilla que poseía y que después de eso se había marchado, por supuesto había limpiado la escena, no estaba el auto de un muerto frente a donde vivía y la alfombra había sido cambiada por una aun más lujosa. Los policías continuaron haciendo preguntas y cada una de mis respuestas era conducida a la seducción de aquella mujer en uniforme, agradecieron al poco rato y estaban dispuestos a marcharse, cuando ya en el marco de la puerta regreso la mirada y pregunto si podía ver que era lo que había visto J., reí de inmediato y comente que eso era un privilegio para los que pagaran una gran cantidad, pero que en este caso con favor de ayudar a la investigación podía hacer una excepción, el policía observaba por el agujero, mientras yo intentaba entablar conversación

  En todo el lujoso piso se podía respirar el aroma del sexo y ahora nos encontrábamos en el lecho de la cama, ella dormía y la pregunta que me había hecho un momento antes reapareció en mi cabeza, el cuerpo que estaba abajo de la cama pensé, pero no lo revisé, no me importaba, como no me importaba ver por aquel hoyo en mi pared, la idea de hacer el amor arriba de un muerto me excitaba de nuevo, pero ella continuaba dormida.

  Paso un día, la oficial de policía apenas despertaba, no recordaba nada y tenía la sensación de haber vivido conmigo desde siempre, yo había salido para comprar algo de desayunar así que no me encontro, todo estaba impecable en cada habitación, no había mancha de té, no había camisas sucias, no había muertos. Regresé con un coctel de fruta para cada uno, ella lo tomó extrañada y yo le besé dulcemente los labios con el cariño de un hombre que apenas había cotraído nupcias, ella sonrió y comimos la fruta tranquilamente. Al rato, me pregunto que qué dia era a lo que respondí que era miércoles, en realidad lo era, asustada me pregunto si había dormido durante todo un día, asentí con la cabeza y ella se llevo las manos a la suya, la consolé por un rato y cuando parecía calmada preguntó que donde estaba su ropa, yo le señalé una silla cerca de mi escritorio, un hermoso vestido en color naranja con detalles amarillos se encontraba enfundado en una bolsa, lo mande a la tintorería, le había caído un poco de vino le mencioné, ella lo tomó y me miró extrañada, pregunto que si de verdad era suyo, yo le sonreì y le comenté que con eso había llegado vestida, que no sabía se era suyo o no, una sonrisa penosa se asomaba en su rostro, mencionó que estaba muy bonito y se cambio frente a mi.

  Estaba oscureciendo y pregunte si podía llevarle a casa, no respondió, sus ojos llenos de lágrimas comenzaron a mirarme, dijo que no recordaba donde vivía, yo le mencioné que si gustaba, se podía quedar conmigo y así fue.

  He vivido por mucho tiempo con la virtud de no tener aquella necesidad obscena de ver, el pecado de ver del que todos o al menos la mayoría es culpable, ellos no pagan con dinero solamente, sino también con su alma y yo administro ambas cosas...