domingo, 19 de diciembre de 2010

Descansaba, en el pórtico de una vieja casa...

Descansaba, en el pórtico de una vieja casa una mujer plácidamente. Era de noche cuando los vecinos dieron aviso a la policía. Sí oficial, una mujer frente a la vieja casa, no, no hace nada, solamente está ahí, sí, en la calle 38, sí oficial, gracias…
  El sonido del auricular fue lo último que se escucho antes que la sirena de una patrulla, las casas a su alrededor miraban curiosamente por las cortinas arrugadas, esperaban lo peor; una muerte en un tranquilo vecindario. Un corpulento policía bajo del auto, algo lo había asustado ya que se mantuvo oculto tras la puerta abierta de donde había salido. El policía miraba extrañado, el reporte que le habían dado unos minutos antes hablaba de una mujer frente a la vieja casa, pero desde el ángulo en que miraba no se parecía en nada a una mujer aquel bulto amorfo. Sin perder el tiempo y tampoco el muy importante procedimiento aprendido en el manual y en la academia, saco un altavoz de dentro del auto y pregunto con tono temeroso que qué era lo que estaba haciendo ahí, no obtuvo respuesta alguna, ningún movimiento de aquella masa obscura. Una vez más llamo por el altavoz, esta vez diciendo que se levantara y que pusiera las manos sobre la cabeza, pero tampoco cambio nada en aquella extraña figura. Con el miedo invadiéndolo a cada segundo, llamó refuerzos y desenfundo su arma, era el momento de acercarse un poco. Las miradas de los vecinos seguían igual de inmóviles, como si vieran un programa de horror. Disculpe, señora dijo el asustado y agitado oficial, con el arma apuntando a lo que se asemejaba una cabeza. Quizá era el pavor que tenia lo que hizo que notara una figura antropomorfa, era la primera vez que enfrentara algo como esto. Volvió a dar la orden de antes. Su voz parecía firme, pero la tranquilidad que abrigaba la espeluznante escena se  rompió en un enorme grito.
  La figura, que estaba cubierta por una manta descolorida se había movido, revelando el rostro pálido de una mujer y el policía no percato en ella cuando soltó el primer tiro, asestándolo en la cabeza de aquella mujer. Los otros disparos fueron al aire ya que el susto que paso le había causado un infarto y con el brazo adormecido apretó el gatillo soltando balazos al azar. Los vecinos se escondieron al escuchar el primer estruendo, las balas perdidas no habían alcanzado a ningún mirón, o al menos eso parecía.
  En el frio aire se escuchaban algunos murmullos, los que iban a acudir a su compañero habían llegado tarde, el corazón ya estaba detenido desde hace mucho tiempo. Algunos oficiales comenzaron a hablar por los altavoces, pedían a los vecinos que fueran a dormir, que no tenían nada que ver. Claro que tenían que ver, nunca nada antes parecido había ocurrido por esos rumbos. Cansados de pedir amablemente que volvieran a otra actividad la policía no reparo más en eso, tenían algo pendiente. Una mujer, de uniforme obviamente tenía la confianza de que todo había concluido, así que se acerco sin cuidado, total, lo que fuera que paso, ya había pasado. Esta valiente oficial recortaba distancia velozmente, pero el miedo que antes tenía su antiguo compañero se apodero de ella, saco su arma y quito por completo la manta, no sabía cómo describir la escena, el impacto fue tal que vomito sin reparar en la evidencia; una mujer desnuda, sin sangre en el impacto de bala, estaba recargada en una silla vieja de madera, un hombre, que llevaba puesto un traje, mantenía su cara recargada sobre el sexo de la mujer, también sin vida al parecer.
  El tiempo había pasado y más de los uniformados contemplaban la situación de la mujer y el hombre. De súbito y, por un momento de lucida razón, los oficiales juraron como aquel hombre comenzaba a levantarse, no tuvieron más remedio que abrir una ráfaga de balas, matando a la muerta, y matando al ahora muerto.
  Ya en la sala forense, el médico comento que los cuerpos, por lo menos llevarían dos semanas sin vida, les habían drenado la sangre y que, la posible explicación de lo que percibió toda la policía y vecinos que declararon lo mismo, fue que el miedo se había apoderado de aquel acontecimiento.