lunes, 7 de marzo de 2011

La fantástica...

“En definitiva, traía una rosa pegada en el trasero y era imposible no verla. ¿A quién? ¿A la rosa o a ella? preguntó una voz casi ronca detrás de mí. Creí que mi comentario lo había hecho en voz baja, incluso que lo había pensado. La rosa obviamente, pero he de admitir que tiene un lindo trasero, cualquier cosa se le pegaría…”
  Llevaba ya poco más de un mes leyendo libros de un peculiar género y para ser preciso y un poco desalentador, éste era el tercer libro que tomaba del librero. Un mes y sólo dos libros y medio, pero qué clase de lector era. Debo decir a mi favor que leía por lo menos tres a la semana y ahora echaba la culpa a una serie de extraños acontecimientos.
 
  Cada tarde, después de salir del trabajo  y de ir dormitando en el transporte público hasta lo que era mi estudio en el centro, cogía un libro del estante y me recostaba en una cama individual dispuesta en el punto medio de la habitación. No había ventanas, las paredes estaban pintadas de blanco y sólo un solo pequeño foco de luz blanca, de esos que sirven para ahorrar energía. Al abrir el libro de titulo “La cama del centro” las paginas se veían con claridad. La situación era perfecta para la lectura, silencio a las cuatro paredes, buena iluminación y unas enormes ganas de… No pude ni siquiera concentrarme, de nuevo los molestos e intermitentes ruidos de las habitaciones vecinas; “camas rechinando, una que otra blasfemia, llamadas de auxilio, plegarias a Dios, sí y no, maldiciones, que más, que más fuerte” y cosas que se le atribuyeran a pensar que alrededor mío se presentaban orgias múltiples.
  Una vez, después de una semana con el mismo libro, ya desesperado por no poder fijar mi atención en las palabras me levante furiosamente con el libro en mano y con el pensamiento en la frase, palabra y número de hoja en donde me habían interrumpido de nuevo con sus actos amorosos. Golpeando las cinco paredes y en ocasiones el piso grite que guardaran sus respectivos sexos en sus ropas por un momento. El silencio reino por un instante y pude reiniciar la lectura desde donde me había quedado. Al rato, cabe decir que no avance ni tres páginas cuando mis vecinos habían reanudado sus quehaceres sexuales, los mismo gritos ahora junto con ruidos animales me sacaban de quicio, quería marcharme de ese lugar, nunca antes me había pasado algo similar hasta hace más de un mes, parecía que estaban confabulando en mi contra, atrasando mi lectura, atacando ferozmente a sus respectivas parejas tras mis paredes. No dejé que el ruido me molestara, fije la vista en lo deseado y por fin terminé en libro, mi pene estaba eyaculando y los molestos ruidos cesaban.
  Al salir por la única puerta de entrada y salida que existía rodee mi pequeño estudio aislado entre dos edificios abandonados, la caminata me serviría para calmarme, debía de dejar de leer literatura erótica y volver a mi lectura habitual, la fantástica…