viernes, 12 de noviembre de 2010

Cada minuto, absorto de mi indecisión, opto por las mejores líneas que describen mi situación...

Cada minuto, absorto de mi indecisión, opto por las mejores líneas que describen mi situación: “La noche parecía prolongarse, el escuchar a la lluvia golpear mi ventana me hacia recordarte, recordar cómo fue que llegamos hasta este punto.” De qué punto hablaba, acaso no bastaría con apretar fuertemente parpados para intentar dormir, para olvidarte? Nada de lo que hiciera podía alejarte de mi mente, la noche, la lluvia y unas cuantas líneas que hablaban de cómo no te iba a mencionar (aunque lo hiciera no haciéndolo). Nuestra situación era difícil y, la única manera de salir avante era si te inmortalizaba dándote una muerte digna de todo el amor que sentía y que aún siento por ti. Decir que te habías marchado, que estabas en pleno viaje a la felicidad, caminando por senderos que yo no podía seguir y no porque no quisiere, sino porque todavía tenía pendientes que hacer por aquí. Así acabo contigo, dándote un lindo final en mis palabras muertas, evadiendo la realidad.
  “Habías muerto, un último adiós bajo el portón de tu casa mientras llovía es lo único que me queda de ti, un hermoso sentimiento que se fundiría en mi pensar, era tan fascinante como tú y ahora podía contar esta historia en tu honor y en el cariño que nos teníamos…” Termine de escribir, la historia hasta aquí quedaba, con el embelesado recuerdo de lo que una vez fue. El corazón me dolía, estaba satisfecho.
  Cinco años, encerrado en la soledad de un cuarto oscuro por culpa de todo lo que representaste en mi vida. Incapaz de mantener la viva palabra, mi voz tropezaba cada vez que intentaba responder al saludo de todos los que un día fueron conocidos y que ahora me miraban extrañados de volverme a ver, tal vez se preguntarían que en dónde había estado, qué era lo que me había pasado. Era un mundo extraño, desconocido para mí, para la fantasía en que había convertido mi vida.
  Mis “amigos”, al reparar en mi estado, preocupaban por mi salud mental, ellos habían vivido junto conmigo toda mi desgracia, toda la realidad que yo negaba con gran esmero. Aun no podía articular una serie de argumentos de buena forma, había perdido la capacidad para dar sonido a las palabras, ellos no sabían qué hacer y aún más alarmante, peor que yo, no sabían que decir.
  Se aproximaba una reunión, donde sabía sin duda alguna que ella estaría presente. Llego el día de aquel convivio entre algunos viejos conocido, estaba nervioso debido a que me había vuelto paranoico, un desequilibrado. Ahí estaba ella, no estaba muerta como en mis escritos y por supuesto no era la misma que yo había idealizado, quería a aquella persona, pero no era a aquella que robaba mi atención, era igual en su aspecto, pero totalmente diferente en  pensamiento. Varios compañeros se acercaron al verme pálido, el sudor frio recorría toda mi espalda, tenia lo ojos desorbitados y miraban un punto fijo, lo que significa que no estaba observando nada. Te sientes bien?, pregunto uno de ellos, no respondí, no sabía cómo. Voltee a verlos, se asustaron a notar mi mirada perdida, como si vieran en mis ojos que mi alma había franqueado y sólo quedaba un gran abismo. Dieron la media vuelta y se fueron. Mi respiración comenzaba a agitarse y la taquicardia comenzaba a alborotar mi ruinado corazón, ella se estaba acercando a mí. Estaba estático, había perdido el habla y ahora toda mi capacidad de movimiento. Hola, dijo de tal manera que pareciera que no había ocurrido nada entre los dos. Hubo un mutismo en toda la habitación donde la mayoría de los reunidos estaba, incluyéndonos a nosotros obviamente. Sentía sus miradas, todos ellos sabían de mí y de ella en cuanto a nosotros, atentos. El silencio se rompió con otro comentario suyo. Nada. El ambiente comenzó a sentirse cada vez más tenso, quería romper en llanto, ni eso podía. Al no encontrar respuesta mía, comenzó a cambiar su bello rostro, aquellas facciones a las que consideraba perfectas mostraban a cada segundo que pasaba un enojo en aumento. Una  figura comenzaba a acercarse a donde estábamos, toco el hombro de aquella mujer, dejo de mirarme y volteo con un gran animo, abrazo a esa figura y la beso pasionalmente frente a mí, ella no lo conocía y yo mucho menos. Algo se terminaba de romperse en mi interior, lo que me  quedaba de cordura tal vez. Al finalizar aquella escena que tenía ya matices obscenos volvió a dirigirme la palabra, “TE ODIO!”.
  Al concluir el espectáculo ofrecido, sólo vi como se alejaba de la habitación con una persona diferente a la que había besado unos instantes antes, la recibía con cariños y ella recíprocamente se los devolvía en mejor cantidad. Todos me observaba, yo seguía en la misma postura con la que la había recibido, estaba inmóvil, quería llorar, no pude, quería gritar y desahogarme, tampoco podía, quería decirle que la amaba, pero yo ya no podía nada.