martes, 8 de marzo de 2011

Entre la obscuridad...

Mi vuelo había durado cerca de once horas, tenía las piernas entumidas y una sola maleta de viaje con los materiales de trabajo y una muda de ropa, no pensaba pasar más de dos días en un lugar como ese. Las personas iban y venían de la sala de vuelos internacionales, el ruido era poco molesto, normal para un aeropuerto. Yo tenía indicaciones de permanecer dentro de la blanca sala de espera hasta que llegarán por mí, al parecer un hombre de tez morena y de 1.98 cm de estatura me recogería, con esa altura sería fácil de reconocer me dijeron, yo me alcé sobre las puntas de mis zapatos de vestir, intentando divisar a aquel hombre, nada. El reloj marcaba las 5:30 am en mi reloj, serian las 6:30 pm en aquella zona horaria, mi cita se había acordado a las seis, sí, sólo a las seis dicho, creí que lo mejor sería marcar al número que venía marcado en el acuerdo del trabajo para desvanecer cualquier confusión. Con el celular  en una mano y la maleta en la otra camine hacia un pequeño restaurante, tenía hambre y en el avión no habían servido nada de comer, me hube conformado con el vino que servían. Al sentarme de una de las mesas que daban a la ventana del restaurante, para estar al pendiente del gigante que vendría por mí fije la vista en algo que me llamo la atención, no era común ver algo como eso y mucho menos con las personas actuando normalmente, como si estuvieran acostumbradas a convivir con sucesos como aquel. El hambre se me había escapado tras la escena contemplada, la gente pasaba por un lado, indiferentes, distantes de esa realidad. Un hombre de gabardina verde obscura y con sombrero, agazapado en medio de todo el transito vomitaba una sustancia blanca amarillenta, el charco de aquello se extendía y las personas sólo se hacían a un lado para rodearlo. El hombre seguía vertiendo aquella viscosa sustancia por el suelo, mi comida ya estaba servida en la mesa, pero al verla, el vapor que emanaba entro en mi olfato, causando nauseas por combinarse con la escena que veía, el morbo hizo volver hacia el hombre de vestimenta misteriosa, ya no vomitaba y parecía que le costaba incorporarse, no supe de donde fue que consiguió un bastón, pero se ayudaba de este para levantarse. Un escalofrío recorrió mi espalda, aquel hombre era enorme, por lo menos dos metros de altura, me pregunté si aquel sujeto seria quien me recogería, me levante presurosamente y al sentir una gran mano sobre mi hombro el escalofrío se convirtió en un susto mortal. Dr. Devlow, dijo una voz muy grave tras mis espaldas, cerré por un momento los ojos, respire hondo y respondí de forma afirmativa. En definitiva era la persona descrita que vendría por mí, un hombre alto de color. Siento la tardanza, algo que no tenía previsto aconteció y tuve que atenderlo.
  Después de las presentaciones me condujo a un mercedes, un lindo modelo de automóvil, muy elegante. Recorríamos paisajes verdes después de una hora de camino, habíamos dejado atrás a la escandalosa ciudad. Mi mente sólo se mantenía en el extraño que vomitaba en el aeropuerto, ¿por qué nadie le ayudaba? Y yo, por qué tampoco había ido en auxilio, pero lo más extraño era que había desaparecido para cuando deje de atender con mi atención a Rubén, así era como se había presentado el hombre que ahora me conducía por verdes lugares, no dejé de pensar en eso por un buen rato hasta que se rompió el silencio, la grave voz de Rubén preguntaba si en aquella pequeña maleta que traía conmigo contenía todo el material necesario. Me pareció raro que la mirada del conductor no presentara variación en la gesticulación, sin apartar la mirada del camino y al parecer sin mover cualquier musculo de la cara. Otra vez mi respuesta fue afirmativa, quise preguntarle acerca de lo que había ocurrido hace unos instantes, pero algo me tenía muy nervioso, era mejor continuar con el silencio acostumbrado hasta entonces.  
  La lluvia comenzaba a bañar los campos verdes, se escuchaba muy relajante ya que se acompañaba por un ligero murmullo de quizá los ríos que se encontraban cerca del camino avanzando junto con nosotros. La lluvia siempre me quitaba la tensión, pero esta vez no fue así. Entramos en un camino que parecía no tenia retorno salvo por el mismo. Bajaba a lo que parecía un valle, un lóbrego paisaje escondido entre arboles de gran tamaño. En el centro, del desnivel se distinguía una casa con una peculiar construcción, la arquitectura semejaba entre algo clásico y un tanto antiguo.
  Al llegar a la casa, Rubén se precipito a bajar primero, abrir la maletera y sacar de ahí una caja de madera y un paraguas, después me abrió la puerta y pidió que lo acompañara en su paso. Una extraña sensación me recorrió por el cuerpo, quizá me intimidaba la altura de Rubén, quizá era la caja de madera que contenía unos extraños gravados o quizá eran ambas cuestiones. En el pórtico de la casa se podían ver similares gravados, eso llamo mi atención. Rubén me dio un cubre bocas antes de entrar, el se puso uno y me explicó que la persona que solicitaba mi ayuda se encontraba enfermo, que era más que nada por cuestiones de higiene, yo hice caso sin pensarlo. Al entrar todo estaba sumergido en la obscuridad, salvo por los pequeños rayos que se lograban colar en las ventanas tapiadas y, en medio de la sala de estar, en un sillón se encontraba una figura conectada a un aparato que no supe qué era y para qué servía. No pude verla la cara, pero también poseía una voz grave, me invitaba a sentarme, para escuchar la explicación del por qué me encontraba ahí.
  Pasamos una hora conversando, me dijo que le gustaba el trabajo que había realizado unos años atrás en unas ruinas antiguas, yo recordaba aquella expedición, pero de forma desalentadora, en ese entonces trabajaba con un asistente que desapareció dentro de un cuarto escondido dentro de una de las construcciones. También en la conversación me indico cual sería mi habitación y donde podría encontrar todo lo indispensable para las necesidades de un cuerpo humano, al terminar de pensar en eso una sonrisa entre nerviosa y causada por gracia de las palabras se vislumbro en mi rostro. Después vino a mi mente las palabras que había mencionado acerca de mi labor en esas instancias, dijo que varias cabezas de ganado que tenia estaban desapareciendo en una cueva que se encontraba cerca de ese lugar, que Rubén había ido a investigar adentrándose en aquel lugar y que lo que había visto no parecía muy común en una cueva, construcciones dijo, construcciones con formas simétricas y de cortes muy precisos, parecidos a las fotografías tomadas en mi trabajo en las ruinas de las que habíamos recordado antes.
  A la mañana siguiente Rubén me guío hasta la cueva, la luz que entraba no era suficiente, así que con mi lámpara de trabajo me adentre a aquella aventura. En definitiva, aquellas construcciones eran de gran parecido con las ruinas en las que había trabajado antes, de hecho era exactamente iguales, eso causó un terror en mí, quería salir, pero esto podría significar un gran descubrimiento, ambas ruinas se encontraban a miles de kilómetros distantes unas de las otras. Pasé dos horas recorriendo en mis recuerdos y fue ahí cuando terminaba de trazar los caminos seguidos en mis mapas mentales cuando me encontré frente a la entrada de aquel cuatro escondido dentro de una de las construcciones, donde había desaparecido mi asistente, no tuve más remedio que entrar, la luz era menos en aquel lugar y no porque mi lámpara de trabajo estuviera fallando, algo en ese lugar parecía absorber la luz, comencé a sentir frio y un escalofrío que me avisaba que me encontraba frente a un gran peligro. Entre el miedo y la excitación por un lugar así encendí una bengala especial para alumbrar el lugar, con ese increíble invento podría ver el cuarto por completa claridad por al menos unos minutos.
  No necesite más de un minuto para explorar aquel lugar, lo que había visto ahí dentro no tenía forma de ser explicado, ni siquiera estoy seguro de que existan palabras adecuadas para semejante suceso. Algo estaba ahí, oculto tras un sedimento con grabados extraños que daban la impresión de un altar, un liquido blanco amarillento se extendía por el piso, estaba llegando hasta mis pies, casi pude sentir su viscosidad y lo que estaba ahí, tras el sedimento era enorme, una masa obscura con tintes purpuras y grises de por lo menos tres metros extendido, con globos oculares por todas partes y al dar un paso para atrás, el ruido de cómo quien pisa un charco de agua hizo que aquellos ojos me vieran fijamente, ya no había silencio en el lugar, se escuchaba un sonido como el murmullo del rio que percibíamos ayer durante el camino. No había nada que hacer ahí, salí corriendo buscando a Rubén, él ya no estaba y no me sentía seguro de recordar el camino de regreso a la casa. Pasé diez minutos desconcertando corriendo por todas partes hasta que di con el lugar, entre sin más, olvidando ponerme el cubre bocas que con tanta importancia me había explicado Rubén. Fue ahí cuando vi algo aún más perturbador. Dentro de aquella tiniebla, en la muy obscura sala de estar se encontraban dos figuras, una era de un hombre de por lo menos dos metros de altura a la que pensé que era Rubén, estaba parada con extraños instrumentos que jamás antes había visto en las manos, tenía una especie de pinzas en una y en la otra, algo en forma de una llave de cruz, ambas herramientas se incrustaban en la segunda figura que se encontraba sentada en el sillón, una figura amorfa que parecía emanar sonidos seseantes de gran fuerza, muy graves. Intente acercarme hasta ellos cuando mis zapatos de vestir sintieron la viscosidad de algo que escurría del sillón a por todo el piso, eso pronuncio otro ruido y las figuras repararon en mi presencia, la de las herramientas se acercó hasta mí, era Rubén, no tenía cubre bocas y lo que me dijo, lo hizo con la boca cerrada, sin movimiento. No atine en saber con claridad lo que pronunciaba, pero su tono grave se notaba amenazador así que salí corriendo de la casa tratando de ocultarme entre los grandes árboles.
  Estaba aterrado y más, Rubén o lo que fuera seguía gritando algo que no podía entender desde el pórtico de la casa. No sabía qué hacer, el mercedes estaba a cierta distancia de la casa, espere a que Rubén entrara de nuevo y entre en el auto, por suerte las llaves estaban guardadas en la guantera, encendí el auto y no mire hacia atrás hasta llegar a la ciudad donde avise a las policía. No podía mencionar lo que realmente había ocurrido, me habrían tomado por un loco, así que con otros argumentos hice que me siguieran hasta la casa apartada en el desnivel del lugar y al entrar a la casa, en la sala ya no había nada ni nadie, dirigí después a la policía hasta la cueva donde se encontraban las ruinas y todo el lugar también había desaparecido. Los agentes irónicamente creyeron que estaba loco y se marcharon sin antes darme un aviso de que no podía estar jugando con la policía.
  Ahora, de regreso en el avión pienso si de verdad ocurrió todo aquello, quizá todo estaba ahí y, como lo sucedido con el extraño hombre en el aeropuerto, nadie, incluso yo, se daba cuenta de lo que pasaba.