miércoles, 17 de noviembre de 2010

Y juntos los dos, no ocupamos más que el lugar de una cama...

Y juntos los dos, no ocupamos más que el lugar de una cama. El silencio se hacía de nosotros, tú me debas la espalda, yo miraba el techo pensativo. Me levante lentamente para no despertarte, la habitación estaba iluminada a media luz, la suficiente para sentarme en el escritorio y empezar a trabajar sobre la publicación del próximo domingo para un diario de regular prestigio:
  “La noche cae para los amantes, que se buscan desesperados entre las sabanas húmedas un respiro de amor…”
  Se detuvo el andar de su pluma, miro a la mujer que descansaba sobre la cama y sentía que había mucho espacio entre los dos. Su pensamiento comenzaba a tomar diferentes rumbos y no sabía que ya no iba a volver, al menos por esa noche. Su atención se devolvió al papel, necesitaba concentrarse, acabar la publicación:
  “Quiero sentirla cerca, fundir mi espíritu con el de ella, mi pensamiento, mi alma y mi carne…”
  Quizá eran demasiado aquellas palabras, no quería fundirse, sólo disfrutar de su compañía, de su alma, pensamiento y carne. Era hermosa, y al contemplarla dormida bajo aquel manto de ensueño ajeno lo hacia un extraño, distante. Se llevo la pluma a la boca, no soportaba la idea de permanecer un segundo más sin sentirla, sin percibirla con cada uno de sus sentidos. Distantes ocupamos mucho espacio y juntos los dos, no ocupamos más que el lugar de una cama, el mundo podía esperar.