martes, 19 de octubre de 2010

La radio anunciaba la proximidad de una guerra...

Acaso es que un hombre pueda vivir de fiesta en fiesta? Era un domingo en la mañana y sonaba en la radio que la guerra iniciaba, un atentado a la casa del presidente había desatado la furia de un ejercito, filas de hombres armados se dirigía hacía las fronteras del estado. Yo no recordaba nada de la noche anterior, no tenía conocimiento de cuanto tiempo había transcurrido, ni podía hacer una imagen borrosa del rostro de la mujer con la que había despertado esta mañana. Ella estaba recostada en el lado izquierdo de la cama, dándome la espalda. Me dolía la cabeza y el agua que caía de la regadera calaba mi espalda, la sangre se hacía notar como un espiral alrededor de la coladera, todo era confuso y yo, seguía sin acordarme de nada. Cuando salí del cuarto de baño noté que mi casa estaba en completo caos, botellas de cerveza por donde veía, fragmentos de mis esculturas regados por todo el piso y mis pinturas rayadas con plumones de colores. Todo estaba en silencio, aquella mujer que yacía en la cama se había dado la vuelta para apagar la radio, yo la miraba con detenimiento, intentaba ver su rostro dentro de mi cabeza, no lo lograba, pasaba el tiempo y mi atención se dirigió súbitamente en dirección de la sala de estar, uno de los que antes descansaba en el suelo había prendido la tele y se acomodaba en el sillón. En toda la programación abierta estaban los noticieros reportando cada movimiento del estado, enfrentamientos en comunidades civiles y explosiones por todos lados, el sujeto en el sillón comenzaba a desesperar por no encontrar nada bueno en la televisión y estaba a punto de arrojar el control remoto cuando se lo arrebaté de las manos, él parecía sorprendido y me miraba confusamente, le dí una palmada en la nuca y le ordené que se durmiera otro rato, sin más obedeció al instante. Me encontraba sentado frente aquella caja paralizado por las escenas cuando un flash hirió mi cabeza, las imagenes iban tomando formas dentro de mi mente, comenzaba a recordar, -claro- dije, aquellas escenas en la televisión ya las había visto antes, en la mañana antes de la fiesta pensé.

  Ahora todo era más confuso y el café en la estufa comenzaba a evaporarse, corrí apresurado para retirar la pequeña olla del fuego, olvide ponerme los guantes o tomar cualquier trapo, me quemaba las manos con el barro caliente, pero ya era muy tarde para devolver el café al fuego. Después de aquel episodio me encontraba lavándome las manos con agua fría para soportar el dolor, busque un ungüento en mi botiquín y terminé con las manos vendadas. Ya estaba en la mesa con un olor bastante agradable y un pan sobre el mantel cuando otro flash en mi cabeza se dio lugar, otro recuerdo había tomado posesión de mi, el desconocido dormido en el sofá, había sido el mismo que unas horas antes de la fiesta me ayudaba a sacar unos cuantos litros más de licor de mi trabajo, otro resplandor me atacó bruscamente, no veía nada, no se trataba de otro recuerdo, me encontraba en otro lugar.

  La lluvia me golpeaba el rostro, luces de color rojo parpadeaban en mis ojos y unos hombres con uniforme blanco me recostaban en una camilla, le pregunté qué había pasado, paso un silencio bastante incomodo, pero después respondieron que un trozo de metal me había rasgado la espalda, que un atentado cerca de donde encontraba había arrojado aquel pedazo que me hirió la espalda. Llegué al hospital donde una joven doctora se hacía cargo de mi, era la misma, si, era la misma que descansaba en mi cama esta mañana, le pregunté qué si no me recordaba, me miro fijamente mientras me colocaba una venda alrededor del torso, dijo que no había sido tan grave la herida, que podría irme cuando quisiera y que la respuesta a su pregunta era que le encantaría, pero que tenía planes para esta noche. Con cara extrañada y con una sonrisa en mi rostro le pregunte que qué era lo que le había preguntado, respondió que si quería ir a una fiesta hoy en la noche, para cuando terminó la frase sonó su celular, me hizo seña de que le esperase y salió de la sala. Pasó un momento y comenzaba a desesperarme, tomé mi camisa y empecé a abrochar los botones, la doctora regreso de su llamada, parecía molesta y cuando alzó la mirada, la escena que yo le mostraba al abrocharme la camisa le había causado una impresión agradable, un tanto seductora y para cuando termine con el último botón ella me pregunto que a qué hora iba a ser la fiesta, sonreí y me ofrecí a llevarla desde ese momento, yo sabía que se había peleado con su novio, me lo decía cuando hacíamos el amor la noche pasada durante la fiesta.

  Cuando llegamos a mi casa ya había gente esperando fuera, los invite a pasar y comenzaba formarse la fiesta, mi cabeza sufría de un dolor insoportable, me dirigí hacía la cocina y tomé una aspirina del bote de las medicinas. Ahora recordaba todo, pero no sabía porque volvía a viví aquello. Respiraba con dificultad, llevé mis manos a la mesa para no caer y vi una nota que decía:

                    "Las fiestas son espacios donde se rompe la cotidianidad, donde se quiebra el tiempo y la vida puede hacerse más amena cuánto se plazca.

        Nota: Un aguafiestas desacraliza la belleza de éstas."

  Qué clase de nota era?, no podía imaginarlo, estaba escrita con mi propia letra lo cual me parecía aún más extraño. Reflexioné largo rato sobre ella y pensé que era algo cierto, un tiempo apartado del tiempo y si era mi letra no me podía desobedecer, salí por licor a mi trabajo y volví para atender a los invitados, la radio anunciaba la proximidad de una guerra.