viernes, 1 de abril de 2011

El dibujo de la esquina de la hoja de mi libreta...

¿Por qué estás molesto? Preguntó una de mis compañeras en la primera clase del día, era ética y se trataba el contenido de “El derecho de gentes” de un autor Rawls. Quizá de verdad parecía en molesto, pero no lo era, solo estaba cansado, con algo de frio, muy ansioso y  un poco aburrido, de lo cual, lo último se podía ver en un dibujo que realizaba en tinta negra de un barco que navegaba osadamente en aguas peligrosas y muy estrechas intentando no naufragar en algún risco. No estoy molesto mujer, respondí y volví al dibujo de la esquina de la hoja de mi libreta. ¿Entonces qué te pasa? Dijo enseguida mi compañera. Por qué insistía en hablarme, acaso no se percataba que tenía una pequeña fascinación por los barcos o quizá era solo que estaba tan aburrida como yo. Paré de detallar al “Coplero III” (nombre que llevaba mi barco en uno de sus costados) y fijé la mirada en los ojos de Miriam, ese era el nombre de mi compañera con la que  ahora conversaría y le mencione que aún no me acostumbraba a traerlos puestos y acto seguido, le sonreí. Ella se llevo las manos en la boca en señal de sorpresa, también fijo su mirada en mis ojos y me devolvió la sonrisa, pero de una forma más cálida y dulce que la mía. Yo dejé la mueca a un lado y regresé a la inexpresividad y a la mirada casi despectiva de siempre. El profesor nos había estado observando, no supe si fue desde las preguntas de Miriam o de mi dibujo o de las sonrisas hechas, estaba a punto de soltar palabra, probablemente alguna pregunta relacionada con el tema que veíamos y que por supuesto no sabríamos y, en su cara si se notaba la molestia de sentir que no le prestaban atención, todos lo sabían, pero no dijo nada, solo negó con la cabeza y retomó lo suyo cuestionando que en qué parte se había quedado. Miriam y yo nos volvimos el uno al otro con miradas de complicidad y ambos regresamos a nuestras antiguas posturas, ella haciendo una que otra nota y yo a mis dibujos, ahora me dedicaría a dibujar un tenedor, otra de mis fascinaciones.
  Faltaban diez minutos para terminar  la eterna clase de dos horas, el frio ya no me calaba tanto y mi boca pedía que se le atendiera, pensé en un beso ¿cómo sentiría un beso? Y ¿cómo lo sería si la chica con la que me besara tuviera una perforación en la lengua? Creo que eso lo había visto antes en un comercial o algo así. Le pregunte a Miriam si tenía perforada la lengua y para su mala o buena fortuna no la tenía cuando me la enseño. Lastima le dije y regresé a mi libreta, llevaba ya dos barcos, el “Coplero III” en su navegar, el “Coplero IV” hundido, solo con la proa visible fuera de las aguas, un tenedor de estilo barroco y un juego de tenedores sacados de mi imaginación.
  La clase había terminado y el profesor nos dio pase de salida, recogimos nuestras respectivas cosas y salimos antes de que acabaran todos sus clases y complicaran el transito. Ya en el pasillo caminábamos a la par, Miriam ahora insistía en el por qué le había preguntado acerca de su lengua y yo me limitaba a negar con la cabeza y a sonreír diciendo que por nada, por nada. Ándale dime… dijo ella en forma de ruego, por un momento pensé en besarla, pero terminé respondiendo que porque todavía me sentía cansado, con algo de frio y sobre todo ansioso, que aún no me acostumbraba a traer brackets.