miércoles, 16 de marzo de 2011

Tenía que ser verdad...

Tenía que ser verdad, ya lo había escuchado antes y ahora lo leía en una de mis revistas favoritas “Recetas de cocina”, un artículo bastante interesante y muy gracioso que incluía mi nombre. Sabía que me criticaban, pero esto era diferente, un apartado en aquella revista para la buena alimentación se había tomado la molestia en mencionarme, a mi me agradaba esto de la gastronomía y me consideraba un buen chef y como había enviado varias de mis recetas, no me extraño que tarde o temprano publicaran algo al respecto de mí.
  Días antes, trabajando en un texto, me di cuenta que debía de ponerme a pensar en la posibilidad de hacer una autocritica, creyendo que así mejoraría un poco mis escritos, ya tenía más o menos como iba a comenzar, pero aún me faltaba el final. Sin más, una noche escuchando las noticias me di cuenta que hablaban de mi reciente publicación, decían dos sujetos que era lo más triste de mi trabajo, que parecía que ya no tenían alma, que ya sólo eran palabras que aventaba de mi perturbada cabeza a una hoja de papel. Apague el televisor, ellos qué iban a saber de mi perturbada cabeza.
  Con el mal trago de hace unos momentos, opte por ponerme un mandil y dedicarme a experimentar en la cocina, se me antojaba un postre y quería preparar algo que llevara chocolate y un poco de licor de cacao. Revisé las alacenas y todo estaba dispuesto en la larga mesa donde preparaba todo, encendí el estéreo en una estación donde transmitían algo de Benny Goodman “Oh, lady be good”. Estaba contento y con un baile improvisado empecé a trabajar en el postre, se me ocurrían y antojaban unos pastelillos para comenzar, ya después vería si era conveniente hacer un pastel o una gelatina, tenía toda la noche y aún no sabía cómo continuar la autocritica. Iba y venía en el pegajoso suelo de la cocina, la noche pintaba para ser larga y ahí fue cuando se me vino a la mente el artículo de la revista de cocina, del cual sólo había leído el titulo, hice una pausa en los movimientos de mis pies y fui a por ella para comenzar a leer mientras los pastelillos ya esperaban en el horno. Ya habían pasado otras dos canciones antes de “The world is waiting for the sunrise”, del mismo hombre en la radio y el articulo empezaba de una manera muy interesante:
  Y de postre, un poema…
      Como ya sabemos, varios de los lectores de esta misma revista han esperado una dieta que los haga bajar de peso en un dos por tres, sin complicaciones y sin dejar de comer los alimentos favoritos por más de una década de números publicados por “Recetas de cocina”.
      Así que tomamos unas recomendaciones del autor y escritor de “El tren de las 8:00…” Daniel G. Camargo, que ha mandado varias de sus recetas.
      Y esta es la dieta que les ofrecemos:
        -Ingredientes:
          1.-Cinco minutos disponibles después de cada comida
          2.-Una buena vista
          3.-Buen gusto (ingrediente principal)
        -Preparación:
          1.-Después de cada comida, dedicar un poco de su tiempo para poder abrir una ventana de internet desde su computadora, entrar al blog de Daniel G. Camargo http://lassombrasdelostontos.blogspot.com y estar dispuestos a devolver todo lo que comieron antes.
    Aseguramos que la dieta funciona, yo he bajado de peso leyendo a este intento de escritor, es tan malo que sus textos me hicieron vomitar y así conseguir una figura de envidia. Pero todo beneficio que nos brinda este patético autor tiene sus efectos secundarios que, la mayoría, espero, esté dispuesto a evitar; se pierde la buena visibilidad, disminuye el apetito sexual, te hace más lento en tus reacciones y mata algunas de tus neuronas, también causa disfunción eréctil en los hombres y propicia al suicidio (aún trabajamos en comprobarlo). De verdad son malos sus textos, ¡no los lean! Y eviten cualquier contacto con ellos.
        Aliméntense sanamente, tanto fisiológicamente, como emocional e intelectualmente. Coman frutas y verduras.
Su amado reportero gastronómico Giuseppe Di Bucio.”
  Solté la cuchara de madera que traía en la mano, manchando la revista con viscoso chocolate, del horno salía humo, mis postres se estaban quemando al igual que mi cabeza por el enfado que me ocasionaba aquel ofensivo artículo. Estaba furioso y lo único que podía hacer era escribir, contrarrestar el ataque o al menos suavizar el impacto escribiendo una autocritica que dijera que efectivamente no era buen escritor, pero que tampoco era tan malo, había gente que me leía y eso ya era más que suficiente.
  La música ya no sonaba por alguna razón y los postres no habían sido salvados, la mente me daba vueltas y por fin vino a mí esa inspiración, ya sabía cómo comenzar, desarrollar mis puntos y finalizar.
  A la semana siguiente se leía en los periódicos mí autocritica.
  Tenía que ser verdad, ya lo había escuchado antes y ahora lo leía en una de mis revistas favoritas…”