sábado, 20 de noviembre de 2010

Yo era el diablo...

Cariño, has llegado, cómo te ha ido? Pregunto mi esposa el verme entrar por la puerta, mi aspecto denotaba cansancio y, con una sonrisa respondí que bien. Mi voz salió con un tono de impotencia que ella noto enseguida, que pasa? Dijo enseguida, yo reí un poco y solté que no podía ocultarle nada, era verdad, parecía conocerme incluso mejor que yo, había tenido uno de esos días en donde me sentía miserable, le conté que a veces sentía que mataba más gente de la que salvaba. Mi trabajo consistía en la investigación de armamento militar, yo era el que diseñaba y armaba bombas la mayor parte del tiempo y uno que otro día me tocaba ir con un grupo especial a desarmarlas. Había silencio y su mirada enternecida me observaba con detenimiento, no dijo nada, sólo se levanto y me abrazo por un largo rato.
  Era un nuevo día, hacia mucho desde la última crisis que había tenido y ayer por la noche, el dormir sintiendo el abrazo de mi mujer cobijando todas mis penas había disminuido mi intranquila consciencia. De camino, al laboratorio siempre venia a mí el pensamiento de abandonar mi profesión, pero no podía, era para lo único que tenía talento, con lo único que me sentía importante y para lo único que, agrandándome ganaba dinero para el sostén de familia. Llegando a la oficina de mis superiores, un guardia de enorme musculatura me saludo cortésmente, era un hombre muy noble, quizá lo demasiado para no saber lo que sucedía dentro de los laboratorios que resguardaba, la muerte y sobre todo la ambición. Ya era tarde y la noche comenzaba a ganar terreno en el cielo, yo no había hecho mucho avance hoy, pero había días en los que no hacía nada, no se darían cuenta. El golpe de la puerta del laboratorio irrumpió mi pensamiento junto con un hombre que poseía un sobre en la mano derecha, la urgencia y la demanda de la construcción de una bomba con las características especificas de aquel sobre, con el titulo de secreto los planos de aquel proyecto que se titulaba “La bestia” implicaba la construcción de un arma capaz de aniquilar a una nación del tamaño de nuestra patria. Asustado y con los nervios regresándome al camino de una inminente de crisis vi como otros de mis compañeros y unos cuantos colegas más entraban en el laboratorio.
  Esa semana no regrese a casa, nos habían dado permiso de hablar con quien nos esperaba y mi llamada no alerto a mi esposa, nos habían dado órdenes de comentar que iríamos a un congreso fuera del país para una capacitación, no me gustaba mentirle, pero no quise que supiera la verdad, por lo menos esta vez. Aun recuerdo cuanto tiempo pasamos construyendo aquel artefacto que sólo traería muerte. Recién que llegue a mi casa, mi esposa me atendió, ella ya sabía desde el momento de la llamada que algo andaba mal, pero cada vez que me preguntaba qué era lo que pasaba yo evadía la pregunta, diciendo que había tenido otra de mis crisis.
  Comenzaba a recuperar la calma, cuando un anuncio en la televisión relataba que, una bomba de desconocía apariencia había sido encontrada en el centro de esta ciudad, un sobre con la explicación de que la bomba llamada “La bestia” había sido creada en laboratorios desconocidos por científicos a los que se les denominaba como “Los diablos”, un arma nunca antes vista y que podría ser letal para incluso toda la humanidad. El teléfono sonó enseguida, un llamado de aquel grupo antibombas requería mi conocimiento para desarmar el endemoniado artefacto. Yo temía que fuera la misma máquina en la que había sido participe y mis dudas se disolvieron cuando efectivamente la vi, era la misma. El primer pensamiento que se me vino a la mente era el de que todo lo que hiciera sería inútil, para eso la habíamos creado, para no poder dar vuelta atrás. Mi esposa, que tenia la preocupación de mi estado acudió a un lugar desde el que podía verme. Yo, en mi afán de reparar el daño causado y aún más, el que podía causar comencé a trabajar en el desmantelamiento de “La bestia”, sólo pude quitar la primera cubierta, pero cuando empecé a trabajar con la segunda, un temporizador se activo, constaba en cinco líneas y tres de ellas ya estaban encendidas, sólo quedaban dos para que la explosión se diera lugar, el pánico me invadía y mi esposa se dio cuenta desde lejos, cerré los ojos por un momento y para otro sentía como los brazos de mi mujer me rodeaban, sabía lo que iba a pasar, sabía que yo era cómplice en todo eso y aún así había venido a abrazarme. Le dije que lo sentía y ella me abrazó más fuerte.
  Toda la gente caía en pánico, ya no tenía esperanza al verme tendido sin movimiento bajo la amada persona que me sostenía, un silencio y todo acabaría después, yo era el diablo.