viernes, 22 de octubre de 2010

Algo iba a salir mal...

Era sólo otra noche familiar, decía para mis adentros tratando de convencerme de que algo iba a salir mal. Siempre era lo mismo, en el cumpleaños de los abuelos (increíblemente cumplían el mismo día) se reunían como cada año todos los hermanos en un sólo punto del planeta, catorce miembros con sus respectivas familias de por lo menos tres integrantes. Yo era la única que se mantenía soltera, quizá era mi bisexualidad lo que no me daba la estabilidad con alguna pareja o la juventud a mis 22 años.

  Esa mañana Javier (el hermano más grande), llegó a mi casa, lugar donde iba a darse la fiesta, una humilde casa que albergaría un próximo desorden, yo seguía dormido cuando Javier interrumpió un agradable sueño que parecía mas bien una fantasía. El sonido chirriante del timbre me obligo a levantarme, sonaba desesperadamente, yo no traía ropa puesta y con las sabanas húmedas me cubrí todo el cuerpo y me asomé por la ventana intentando detener aquel ruido. Bajé rápidamente ya con algo de ropa (una camisa de un antiguo amigo y una bata), abrí la puerta y la cara de fastidio de mi hermano se me restrego con una mueca de desprecio, yo no preste atención ya que enseguida mis sobrinos corrieron a abrazarme y suavizaron el ambiente. Paulatinamente fueron llegando todos, yo ya había conseguido arreglarme lo más decente para la ocasión, la casa, aunque todos pensasen que iba a estar hecha un desastre no lo era, estaba en una disposición acogedora, pero seguía pensando que el espacio era reducido.

  Ya era de noche, la mayoría de los hermanos estaban sentados ya en la mesa discutiendo y alzando la voz para que se hicieren escuchar, un enorme pastel esperaba por los cumpleañeros, Javier había ido a recoger a la feliz pareja al teatro, no debían tardar. Yo estaba en la cocina observando desde la ventana hacía el patio trasero, donde estaban todos, los niños corrían por toda la casa, ruidos de jarrones y pequeñas esculturas me daban razón de pérdida, no me importaba, yo continuaba con la mirada fija en mis hermanos. El teléfono sonó, era tan molesto como el timbre y al descolgar escuche la voz vacía de Javier por el otro lado, los abuelos habían muerto por un paro cardiaco al quedar impactados por una escena demasiado fuerte, o eso era lo que decían a primera instancia los médicos, acepte todo lo que me decía, asentía mecánicamente como si pudiera verme, las indicaciones eran claras, dar aviso discretamente a unos cuantos escogidos por mi hermano e ir directamente al hospital. Cuando colgué volví la mirada hacia la ventana, aún seguían discutiendo, no sabia de donde habían sacado enormes botellas de tequila, sonreí para mis adentros, tomé un pedazo de papel, escribí una nota con las indicaciones de Javier y la deje sobre la mesa de la cocina, alguien tendría que verla en algún momento.

  Indiferente, tomé un abrigo, llamé a una de mis amigas y salí al encuentro con ella, me tenía sin cuidado lo que había pasado, no es que no quisiera a los abuelos, sino que nunca trate con ellos y lo poco que conviví ahora son recuerdos reprimidos que a lo mejor son el motivo de mi bisexualidad, pensé. Quizá ellos nunca encontrarían la nota, quizá si, yo sabia que algo iba a salir mal, pero aún no reparaba que.