jueves, 5 de mayo de 2011

Historias incompletas...

Mientras la exposición de mi rareza continuaba siendo muy evidente y motivo de múltiples conversaciones de sobremesa en diversos espacios, hoy me disponía a dar la confirmación de mi extrañeza en tales pláticas, exponiendo en una diminuta epopeya una serie de historias incompletas. Haciendo de los finales abiertos, algo desmesurado, ridículo, casi al borde de dar la impresión de un trabajo incompleto, esperando dejar con el vacio de la historia un vacio en el lector, desconcertándolo, obligándolo a verse reflejado en cada uno de los escritos.
  -Del otro lado del océano.
  Siguiendo los pasos de un viejo maestro Cristo Gálvez confirmaba su existencia y paso por el camino de la humanidad, había descubierto algo terriblemente perturbador para la sociedad en la que vivía, algo tan desesperanzador y decepcionante como la realidad misma. El hombre, conformista y desinteresado de temas filosóficos se mostraba ante la causa de su retardada desgracia. No había palabras para tratar un tema que se estaba convirtiendo velozmente en tabú más, todo lo que representábamos hasta ahora estaba quedando en suspenso, causando innumerables despliegues suicidas  y la propagación de un estado cambiante, sediento de sangre y de nuevas posturas y tendencias terrenas.
  Un conflicto armado se había soltado del otro lado del océano, grupos armados luchaban energéticamente en pos de un cambio, un cambio radical en la sociedad y en la forma de pensar, sus argumentos no eran claros, pero su lema fue lo que puso en alerta al resto de la población mundial; “Dios ha muerto”. A primera instancia eso no parecía dañino para una sociedad meramente utilitaria  y de tez pragmática, pero la historia les había enseñado ya antes una importante lección. El pensamiento en sí no era preocupante, los combatientes reclamaban la tierra como posesión de los hombres ahora que era evidente que Dios había caído, dejándonos a nuestra suerte y dándonos una última enseñanza, la de intentar buscar ideales que fueran menos sagrados y por ende, menos inalcanzables para el hombre. Ideales que estos grupos armados reclamaban a sangre y plomo desde alguna trinchera, buscando el cambio, rebelándose contra  siglos y siglos de creencias erróneas.
  El señor Gálvez miraba intranquilo el televisor en un bar de las afueras de la ciudad, todas las imágenes que pasaban en la pantalla representaban un desaliento en el orden que se había decidido y establecido desde tiempo remotos, pensaba que, si era cierto que Dios había huido y decidido quedarse en el pasado del hombre, todo lo que se sostenía en él se vendría abajo, lo cual representaba la mayoría de las cosas: la supuesta realidad, el sentido de la vida, el sostén de los fines  y cada una de las instituciones religiosas del mundo. Creer que si desde un principio no hubiera existido ese señor llamado Dios, tal vez el hombre habría encaminado su causa hacia algo completamente diferente e inimaginable en ese momento.- La vida ahora nos pertenece…- dijo para sí mismo mientras sorbia un poco de vodka  -quizá sea lo mejor, buscar ideales más apegados a la mortalidad de cada uno de nosotros. ¿Pero qué supondría todo ese cambio? Es que no lo sé, quizá es como cuando me enfrente a la perdida de Muriel, el único y verdadero amor de mi vida, tuve que aceptar la imposibilidad de estar con ella y quedarme y resignarme a lo que me corresponde, un buen vaso de vodka…- una explosión hizo retumbar las paredes del bar, el conflicto había iniciado aquí, y no era el mismo que el del otro lado del océano.
 - El olvido o de la segunda mejor opción.
  Dejando atrás el asesinato y haciendo menos la lujuria, el olvido de sí mismo, representa el mayor de los pecados existentes. Olvidar indica posponer el tiempo indefinidamente, prolongándose hacia un infinito si no se recuerda en buen momento. Si algo había aprendido bien es a no descuidar cada uno de mis asuntos, buscando siempre la posibilidad de resolver de la mejor forma un problema, atender correctamente mis acciones conforme a mis pensamientos y creencias y escoger a la mujer indicada para pasar el resto de mi vida.
  Un día, al dar un paseo nocturno por el parque que está cerca de los edificios en donde vive Giselle, me di cuenta que no había estrellas en el cielo opaco, sin duda era un mal presagio y al continuar caminando bajo mi inadvertido pie un poco de mierda, de perro afortunadamente, se resbalaba junto con la suela de mi zapato, otra mala señal. Algo iba mal y tras hacer una recapitulación de mi semana, me di cuenta de que mis aspiraciones eran un tanto o un mucho, carentes de sentido, apuntaba demasiado alto para mi condición humana y que, a lo largo de esos siete días no había elegido más que las segundas mejores opciones: aceptar un trabajo de asistente de fiscal cuando estaba calificado para ejercer el cargo de juez, haber optado por cortejar a  Giselle sabiendo que a la que quiero es a su mejor amiga Mercedes, comer puerco en lugar de pescado, vestirme de playera blanca en lugar camisa gris, tomar whisky y no vino en la cena familiar, creer en San Pedro en lugar de creer en mí y en el médico cuando me operaban de una mal formación en el corazón y lo peor de todo, recordar todo eso en un momento en el que no debía recordar.
  -La poesía hecha realidad.
  La guerra había terminado y gente podía volver al común de sus actividades y yo, después de cuatro meses de claustro, acudiría de nuevo con la adivina de la plaza de Ried, esperaba ansioso el momento de saber sobre mi pasado y mi cercano y lejano futuro y, al siguiente día del discurso oficial que pronunciaba el termino del belicoso conflicto por parte del jefe de estado, me encontraba con una tostada en la mano frente a la tienda de la adivina. Te estaba esperando dijo ella al verme entrar con la mitad de mi almuerzo en la mano y la otra en la boca, de verdad era fantástica aquella misteriosa mujer, sabia de mi presencia antes de que yo entrara, ¿qué otra explicación podría haber? Ya dentro de la tienda, el ambiente se respiraba con cierta dificultad, entre nubes de incienso y el calor de las velas negras la escena se presentaba para un encuentro mágico. Al paso de unos minutos la intrigante mujer pronunciaba cierto discurso que no podía alcanzar a entender del todo, hablaba de charlatanería y verdadera magia, del encanto del mar de lagrimas de la mujer que llora la perdida cielo y de la bajeza cometida contra una mujer cuando se le viola en las afueras de la ciudad, en la playa, de la calidez y dulzura de un beso y de el choque frenético de cuatro carnosidades labiales, de la tinta roja y de la sangre y de muchas cosas más.
  -La sátira o el reflejo de la proximidad.
















 



 

  Tan impresionante sátira narrada que acabó con el lenguaje mismo, dejando un enorme vacío, un espacio en blanco en donde las palabras junto con su belleza perdieron su sentido y desaparecieron junto con la historia, derrota inminente, reflejo de la  proximidad del futuro.
 - El pesimismo sutil o del optimismo negativo.
  Hace dos días Abril recibió la noticia de que sus padres habían tenido un grave accidente y que se encontraban hospitalizados y bajo meticulosa observación en St. Point. La mala pasada había llegado hasta oídos de sus maestros en el colegio. Pobre niña, con tan solo seis años y la vida le juega una afrenta como ésta, decía la maestra Bell a sus colegas en la oficina del director. Varias respuestas se vieron inmediatas, un tutor que se la lleve mientras pasa todo esto decía uno, otros preguntaban por el hermano de la pequeña, pero nadie sabía dar razón de su paradero, según se rumoraba, Javier había desaparecido dos años atrás. No había una conclusión clara y mucho menos una decisión ante tal desgracia. Abril escuchaba  todo lo que conversaban sus profesores y, con fría resolución de seis años, entro a la sala y expreso su decisión de vivir sola por un rato, que la pérdida de sus padres era más que inminente y que por eso necesitaba un tiempo para aclarar las cosas en su cabeza, y que no se molestaran en buscar al hermano, que desde hace un año ya lo había dado por muerto. Los profesores en la sala miraban de forma extraña a la niña y a la decisión tomada por sobre ellos.
  -Elogio a la decepción.
  Siempre me he caracterizado por ser una persona quejumbrosa, insatisfecha y poco sociable, pero existe una fuerza mayor, al parecer, que justifica mis actos y mis palabras al decir que la misantropía tiene un buen lugar en mi ideología. Un ejemplo claro de mi posición ante el mundo es cuando digo mis celebres y cotidianas frases, tales como: “para lo que me dura el gusto con las personas” o “los intentos no sirven” o “la decepción es lo segundo que se puede sentir y hacer sentir, la impuntualidad es la primera” y es por ello por lo que me mantengo distante, eso y que la mayoría de la gente, aún cuando alcé la voz, no prestara atención a mis palabras y mucho menos a lo que éstas dicen.
  Hace días conocí a una extraordinaria mujer, Mariana, con la cual me identifique de forma inmediata, pensaba casi igual que yo, un fastidio obviamente, pero a mí me encantaba, me resultaba fascinante encontrar a una hermosa mujer que se quejaba de todo y de todos, todo el tiempo. Tenía que pasar algo entre nosotros y así fue, tras varios días de salir y tratar con ella interminables debates, llegue a la conclusión de que estaba enamorado, que Mariana provocaba cierto endiosamiento sobre mí y para lo que me duro el gusto. Días después la situación cambio, había cometido un pequeño error de lenguaje, aquella extraordinaria mujer de antes, no era más que una mujer extra-ordinaria, más ordinaria que nada, igual que la mayoría de las personas de las que tanto me quejaba.
  Leí tranquilamente algunas de las historias y no representaba la mitad del libro, ni siquiera una cuarta parte, pero consideraba que un pequeño descanso antes de continuar con la ardua labor mejoraría mi rendimiento y podría exponer y refutar algunos de los argumentos que atentaban contra mi cordura y mi normalidad en aquellas conversaciones de sobremesa. Era tarde y solo tenía tiempo para revisar dos escritos más:
  -Obra del primero y segundo acto.
  El tiempo marcha lentamente cuando se es viejo, y ya casi no se mueve para Hezel, un anticuado personaje para la obra, para la vida y para todos aquellos que no se identifiquen con él.
  (En escena se encuentra un sillón y un escritorio, sobre él, un jarrón y una máquina de escribir).
Hezel: (Entra y se acuesta en el sillón, parece cansado) ¡Ay! Estos muchachos y sus redes sociales, en mis tiempos, si queríamos comunicarnos escribimos una carta o íbamos directamente con la persona con la que queríamos hablar.
Miriam: (Entra) Estás aquí padre, espero y no te disguste que ocupe la máquina de escribir padre.
Hezel: Sabes que no me molesta hija, adelante úsala.
Miriam: Está bien padre, gracias (Se dirige hacia el escritorio y toma el jarrón antes de sentarse). ¿Y las flores padre?
Hezel: En el cajón.
Miriam: ¿Y qué hacen en el cajón padre?
Hezel: Lo que pasa es que el jarrón está lleno hija, no podía poner las flores ahí, así que las guarde en el cajón.
Miriam: (Dubitativa toma el jarrón) Pero si esta vacio padre (Lo pone boca abajo).
Hezel: No hija, no está vacío, está lleno de aire. El vacio solo es una abominación creada por el hombre para darle nombre a su carente de conciencia.
Miriam: ¡Ay! Padre, pues voy a desplazar al aire con un poco de agua para poner las flores, ¿te parece bien?
Hezel: Me parece perfecto hija, ¿a dónde lo vas a desplazar?
Miriam: Al todo padre.
Hezel: ¿Al todo? ¿Sabes bien lo que estás diciendo?
Miriam: Si.
Hezel: Maravilloso Miriam, maravilloso, pero no lo desplaces así como así, viértelo sobre la tierra, ofrécelo como regalo y cumple con la reunión del cuarteto.
Miriam: ¿El cuarteto?
Hezel: Exactamente hija: la tierra y el cielo, que esas ya están dispuestas en la arcilla y la creación artesanal del jarrón, lo mortal, se reunirá con las flores que vas a poner y lo divino, con la ofrenda que harás regando el aire al suelo. El cuarteto y así la reunión del mismo.
Miriam: Tiene toda la razón padre (Saca las flores del cajón junto con un recipiente de agua y dispone todo para colocarlo en el jarrón).