jueves, 9 de diciembre de 2010

La sangre roja...

No conocemos su verdadera historia, pero nos gusta creer la siguiente. Era hace ya mucho tiempo que existió un rey naranja, viejo hombre simpático y amable con todos los habitantes de su colorido reino, junto a él se encontraba siempre la reina amarilla, hermosa mujer llena de vida y agradable, aunque un poco caprichosa. Recordamos que siempre pedía el desayuno a la cama, los mejores colores servidos en una charola dorada en un cierto orden y, aunque no todos los colores se cosecharan en esa temporada del año, debían de haber siempre en reserva para su particular deleite.
  Una mañana, al no encontrar el rosa para llevárselo a la boca llamo con una campanilla plateada a una blanca dama de compañía, una joven mujer que siempre atendía a la reina amarilla, pero no se presento ante ella. La reina, después de varios llamados y no obtener respuesta le grito al rey naranja que viniera a resolver el problema, pero tampoco este acudió a su llamado. Se trataba de tranquilizar y aún en ropas de dormir decidió levantarse de la cama y dirigirse a la cocina a buscar el delicioso color. Revolvió las alacenas, los refrigeradores, busco en la bodega de colores y nada, no encontró más que azul y verde. Respirado hondamente y en ese lapso recordó un platillo que se preparaba precisamente con los colores que parecían abundar en todos lados, prendió el fuego morado de la estufa y saco una tabla café para picar los colores. Uno, dos y tres tajos dio a una barra de color azul cuando de pronto, de su amarilla mano salía un líquido extraño, nunca había visto en el reino algo igual. Aunque alarmada la reina, se moría de fascinación por lo que veía, tenía que enseñárselo al rey naranja así que corrió por todo el castillo hasta que, cansada de no encontrarlo regreso a la recamara para seguir con la contemplación de la maravilla que brotaba de su mano. Al abrir la puerta ahí estaba el rey, sentado sobre el borde de la cama y este, al verla se sobresalto ahí parada con algo en las manos. Reina dijo extrañado y ella respondió con una increíble exclamación: “mira!, mira mí rey lo que tengo en las manos”. Acercándose, el rey naranja llego hasta donde estaba ella y la recibió en un gran abrazo, un hijo gritó, un hijo de color rojo mí reina.