lunes, 13 de diciembre de 2010

Mujer, de todas las muertes mi preferida...

“Mujer, de todas las muertes mi preferida,
con el alma desnuda, con la apagada sombre.
Si siendo de forma dolora o grata,
que seas tú, quien se lleve mí alma ennegrecida…”
  El teléfono suena, es la muerte o al menos una sensual voz que dice ser ella. Me ha invitado a cenar, dice que usara un vestido rojo para que la reconozca cuando entre al lugar dicho.
  Al llegar, estaciono el auto cerca de la entrada de lo que parece ser un restaurante, acto seguido, bajo del auto y me dirijo hacia mi destino, llevo un traje gris, sin corbata, nunca me han gustado usar una de esas sogas con las que los oficinistas cuelgan cuando están aburridos, tan aburridos de sus vidas. Dios! Es cierto, digo al cruzar el umbral, pero me llevo las manos a la boca rápidamente, como tratando de ocultar las palabras que ahora flotan en el aire. Ahí está, la reconozco por su vestido rojo, pienso un segundo si está bien que vaya hasta ella o si mejor doy media vuelta y desando el camino que me trajo. Muy tarde, se ha percatado de mi presencia, cómo no lo imagine antes, se ha levantado ya dejando ver su entallada figura en aquella tela de color vivo, se ve encendida, bastante sensual a los sentidos, creo que se ve bastante hermosa. Aún me repito con ímpetu; “muy tarde” porque ahora está frente a mí, besa mis temblorosos labios y me coge del brazo para llevarme a la mesa, ya es bastante tarde y no hay vuelta atrás.
  El camarero llega para tomar la orden, ella pide carne término medio con ensalada. Estoy nervioso y todos dentro del restaurante lo notan, me observan sin siquiera voltear, piensan que cómo es posible que un simple individuo como yo esté cenando con una mujer como tú. Te miro fijamente con el semblante espantado, sabes de mí, sabes quién soy y sabes quién dejare de ser, acaricias mi entrepierna con tu delgado pie y, mirando mis excitados ojos preguntas que qué es lo que voy a ordenar. Su pie sigue frotando hasta llegar hasta mi miembro y no puedo detener la reacción que a continuación acontece, respiro cada vez más rápido y veo que lo que indecorosamente roza mi libido tiene las uñas pintadas de rojo, hace juego con el vestido, creo que me gusta. El camarero desespera y en mi delirio le sigo el juego; una copa de vino, del mejor vino aclaro casi como una orden. Su pie ha dejado de hacer lo que hacía.
  Quizá fue muy precipitado lo del vino, parece molesta y no quiero hacer enfadar a la muerte. Luces muy bien, digo esperando amenizar el mutismo de la escena. Te llevas las manos a la boca y comienzas a reír, pides que te sirva un poco del mejor vino que pedí, ahora respiro con más seguridad.
  Después de una plática suelta y tal vez por el vino te levantas del asiento, te subes a la mesa sin que las demás personas o lo que parecen ser, se percaten de tus acciones y me besas de nuevo, en mis ahora correspondientes labios, susurras al oído que te gusto, que no tenga miedo. Agitado por el momento suelto sin querer la pregunta que me atormentaba desde que conteste el teléfono; voy a morir? Y silencio. Te quiero conmigo, respondes a la vez que te levantas y te alejas. Que significaba eso de quererme con ella, cómo es que la muerte quiere y puede estar con alguien, sólo imagino una forma de que eso pase, muriendo. La sigo con la mirada llena de duda, me ha sentido, sabe lo que pienso y voltea, dice que no tenga miedo, que vendrá por mi mañana a este lugar, que no falte a esa nueva cita.
  Ya casi es hora y el teléfono suena, no quiero contestar porque aún tengo miedo y porque estoy por salir a mi encuentro con aquella mujer, de todas las muertes mi preferida…