sábado, 18 de septiembre de 2010

Es rutinario...

Es rutinario, poner el silenciador antes de disparar un arma en el salón principal. Labios rojos, un vestido de noche color marrón obscuro entallado, piel blanca, cabello largo un tanto ondulado, mirada penetrante y unos ojos claros, resplandecientes para la media luz que alumbraba la pista de baile, estaba sonando una pieza tranquila y sus delicados labios apenas rozaban una copa de cristal a medio servir de un excelente vino, era cuestión de tiempo para que alguien la invitara, obviamente tenía que ser yo...

  A veinte pasos de llegar hasta su mesa un caballero galante me ganó la partida, no pude ocultar la sonrisa en mi rostro y la media vuelta tan repentina fue lo bastante sutil para que nadie pudiere darse cuenta de aquel inconveniente, volví a mi lugar, donde la espera no sería mucha. Ahora tenía tiempo de observarla, dedicar mi atención a cada uno de sus movimiento, parecía triste, como quien ha esperado mucho tiempo y se niega a la decepción inminente. El caballero le insistía demasiado, tal vez era rico, un niño mimado que no acepta un "no" por respuesta, la situación empezaba a cambiar de matices, era el momento de actuar, me levante de mi asiento y con pasos silenciosos llegue hasta aquella escena, mis palabras no se hicieron esperar: "disculpa quería, tuve un pequeño retraso en la oficina", le tendí la mano y la sonrisa en mi rostro le indicaba que me siguiera en la actuación, le mostraba una salida. El tiempo pareció detenerse y con un ligero gesto tomó mi mano y se disculpó con aquel caballero, este se quedó sin palabras, sólo observo como nos alejábamos hacía el centro de la pista. La pieza había cambiado, pero la que iniciaba era aun más lenta, la tomé suavemente por la cintura, ella se apretó contra mi pecho y se escuchó un tranquilo llanto, quizá sabía lo que iba a pasar...

  El tiempo transcurría lento y en uno de sus movimientos me miró a los ojos, yo seguía sonriendo, lo cual le dio esperanza, comenzó a hablar de lo que le había pasado, un encuentro casual y la promesa de amor para nada, yo no prestaba atención a lo que decía y en cada pausa que ella hacía en su conversación le susurraba al oído lo hermosa que era, lo perfecto que era su cuerpo y demás comentarios que ella ya sabía, todo era actuación antes de poner mi arma contra su pecho. "Lo siento", fueron las palabras que pronuncie cuando volvimos a la realidad, ella sólo dijo que el arma estaba fría, yo volví a sonreír y al cruzar las miradas su corazón ya estaba roto, un disparo limpio, nadie se había percatado aun, no supe si sus ultimas palabras fueron "gracias" o si sólo fue el sonido del disparo...