domingo, 24 de octubre de 2010

El buzón de los desesperados...

Apurado me levantaba todos los lunes por la mañana, tomaba una hoja de papel y una pluma de punto fino. La luz de la lampara sustituía momentaneamente a la del sol, el ruido del refrigerador no me dejaba concentrar y mi gato Apolo se acariciaba contra mis piernas. Lineas con contenidos triviales comenzaban a ganar lugar sobre el vacío blanco:

  "Estimado y querido a quien corresponda:
    
      Con ésta, ya son 50 cartas que te hago llegar, que no será la ultima y que eres por lo único que me mantengo con vida, las 8 horas de trabajo pasan rápido, las citas con las mujeres que me has recomendado acaban como me gusta que acaben, sin tocar mi soledad, conservando intacta. Debo agradecerte por todo consejo que me das, ayer por fin pude quitar la horca que había hecho para el cuarto de baño, la humedad la conservaba en excelentes ocasiones, todas las mañanas mientras tomaba un baño la veía, me invitaba a terminar con todo, yo le lloraba y pasaba agazapado unas cuantas horas bajo el agua. Ahora sólo queda quitar la de la recámara y la del balcón, supongo que la próxima será la segunda, ya que nunca me ha gustado ser tan público, prefiero la privacidad de la recámara. Mejor no hablemos de ello, ahora son las 4:38 de la madrugada, oh!, ahora son las 4:39 y sólo restan 2:21 horas para que abran el buzón del parque, nunca entendí por qué había un buzón en medio de un lugar así, tan alejado de la ciudad, tan solitario y escondido entre unos cuantos árboles y me gustaría saberlo, por qué? Esta bien si no me respondes, aún así me haces un gran favor al escucharme, sé que hay más personas que como yo entrega su carta cada lunes en la mañana acudiendo a ti, debo decir que he tenido que hacer fila para dejarla y lamento que la mía, posiblemente tenga la letra más fea, pero confío en que se entienda.

      Siguiendo la misma estructura que las cartas anteriores, en este apartado te expongo los motivos por los cuales podría quitarme la vida esta semana: el cuervo que no me deja dormir por las noches, mi psicólogo dice que lo estoy imaginando, pero el ruido y su aspecto de demonio es demasiado real. La enfermedad de mi querido Apolo, el veterinario le ha diagnosticado cáncer en el estomago, yo lo he visto más flaco en estos días, ya no quiere comer y pasa noches sin dormir, lo cual lo ha hecho más agresivo, hay veces en que no me reconoce. Mi madre esta muerta, mi hija me odia y mi ex esposa ha metido otra demanda. El trabajo, me han disminuido el sueldo y aún tengo muchas deudas.

      Gracias por recibir mis palabras, de verdad gracias, espero poder escribir una carta más, sé que así será. Sin más que decir, me despido, que tenga una linda semana.

Atte. Claudio S."

  Dieron las 6:48, la mire con esperanza, confiaba en que esta vez me respondiera. Reí para mis adentros, una sonrisa se notaba en mis labios, aún pensaba en que mi letra era muy fea. Mi gato estaba dormido sobre la cama aún tendida, abrí la alacena para tomar su comida y dejarle que comer en mi ausencia.

  Caminaba en medio de la soledad, ni un alma a la vista. El buzón estaba ahí como siempre, esperándome. Me paré frente a él y al deslizar el sobre sentí un gran alivio, una semana más, pensé, todo iría bien. Iba de regreso a mi apartamento, cuando volví la vista hacía el buzón, noté que un hombre recogía el correo, dudas me recorrían, quién era aquel hombre?, de dónde apareció?, quizá dejaría una respuesta a alguna de mis cartas. Corría apuradamente para alcanzarlo, tenía la vista fija en aquella figura que recogía la correspondencia. Hubo un momento de obscuridad y de repente tenía la mirada en el cielo, no me movía, quería pedir ayuda, pero repare en que no podía hablar, ya no podía nada, había muerto, un auto me lanzó 4 metros de donde me golpeo, mi cuello recibió la caída y había muerto al instante.

  A la semana supe del buzón de los desesperados, así se llamaba el lugar en donde llegaban las cartas, no era el cielo, sólo un lugar fuera del tiempo, que las respuestas de las cartas llegaban en forma de acciones y que mi muerte había sido respuesta de mi última carta, la del mismo lunes en que morí. Ahora la pregunta que rondaba en mi cabeza era si yo había firmado mi propia sentencia de muerte o si debía agradecer en mi próxima carta...