jueves, 14 de abril de 2011

Pronto llovería...

¿Por qué no me llevas esta noche? Preguntaba Tzadi a un dios que parecía nunca escucharla, llevaba ya treinta y cuatro días acostada en su cama, pidiéndole, implorándole lo mismo cada vez que se iba a dormir, esperanzada de poder desprenderse del sufrimiento ocasionado por un antiguo desamor. Su habitación era obscura y el viento soplaba energéticamente dentro de sus seis paredes colándose por dos ventanas que estaban abiertas. Tzadi se incorporo de súbito en una de las esquinas de su cama, sentía algo extraño dentro de sí,  no era tristeza como en otras ocasiones, ni nostalgia, ni miedo, era otra cosa que no sabía cómo explicar. Se puso de pie en un segundo y, en otro comenzó a andar tan suavemente por la alfombra del piso que daba la impresión de que flotaba, anduvo de un lado a otro, pensando, intranquila de lo que experimentaba, un cosquilleo en el estomago, ¿algo le habría caído mal en la cena?, no, no era eso lo que ocurría, sino un acontecimiento que quizá ya antes había vivido, como en otra vida. El viento seguía desplazándose libremente por toda la habitación, había encontrado un lugar para quedarse “quieto” un momento, el viento era frio y quería calentarse cobijándose con las pesadas telas de la cama. Ahora el viento dormía plácidamente en la cama de Tzadi y ella lo miraba extrañada, imaginando que él podría explicarle lo que sentía en su interior. No, no debo despertarlo, tiene frio y por hoy dejare que pase la noche aquí, pensó y fue tranquilamente a cerrar cada una de las dos ventanas, para que no llegara alguna otra entidad y se apoderara de la cama, quitando a su segundo ocupante y causando una discusión interminable.
  Pronto llovería, esa repentina marea verde que cae sobre la tierra, pintándola de un color naranja, haciendo crecer nubes del suelo que después flotarían hasta el cielo encontrando su destino, Tzadi también quería flotar hasta el cielo, alcanzar una de las nubes y acompañarla en ese destino, pero todo eso lo tenía prohibido por sus padres, por ahora.
  La lluvia comenzaba a calmar su dilecta música y una de las puertas de la habitación de Tzadi comenzaba a abrirse a la par, dejando que la luz se colara por el espacio hasta el rostro de la niña que dormía en la cama. ¿Qué pasa hija? Pregunto una voz cuasi femenina sin entrar a la habitación, Tzadi volvió la mirada hacia donde se encontraba el origen del sonido perturbador de silencio, incorporo el torso sobre la cama y respondió que no pasaba nada, que había tenido un extraño sueño donde podía sentir, se recostó de nuevo y la puerta, por la cual había atravesado aquella voz se cerraba dejándola en tinieblas de nuevo. Ya bajo las cobijas y con el rostro cubierto por estas, Tzadi pensaba que era bueno no ser humana, que no le agradaría sentir ni un poco, que eso implicaría sufrir, alegrarse y volver a sufrir, haciendo más complicada la vida. La pequeña niña regresaba a su pregunta del principio y el viento que antes dormía junto a ella ya no estaba, quizá había conseguido calentarse y tras un breve de descanso emprendió el viaje nuevamente, o quizá había sido Dios quien se lo había llevado en lugar de a ella.