lunes, 6 de junio de 2011

¿Quién es el Señor Ravioli?...

A los veinte minutos de conducir comenzaba a poner a prueba su paciencia, el transito era demasiado lento y los pasajeros, que llevaba consigo no paraban de hacer pequeños ruidos molestos.
   -¿Ya vamos a llegar papá? Preguntó la más pequeña de los tres. Era una encantadora niña de 6 años que llevaba entre las manos, abrazándose contra su pecho, un pequeño oso de peluche amarillo.
   El ruido empezaba a ser poco menos que insoportable, el calor se hacía más presente a cada vuelta de rueda. La radio disminuyó la tensión del intranquilo padre que, con los ojos siempre en la carretera tardó un par de minutos en responder a la pregunta de la niña.
   -¿Papá?
   -Ya mero llegamos hija, unos cuantos segundos más y seremos libre de todo este alboroto.
   -¿Somos prisioneros entonces papá?
   <<”Prisioneros, que palabra tan más indicada para la situación”>> pensó el responsable conductor, pero en seguidos instantes se cuestionó el por qué una pequeña niña de 6 años conocía una palabra como esa. El semáforo de la concurrida avenida estaba en rojo y tras hacerse un pequeño espacio entre auto y auto, para dar paso a los conductores que venían en forma perpendicular, lucharon para continuar avanzando, tuvieron algunos roces y solo un Seat cupra, en color rojo, recibió un impacto en la defensa. Todo parecía envolverse en caos y los accidentados lo propiciaban aún más al bajarse cada uno de sus respectivos autos para discutir sobre el choque y causando el enfado de todos los conductores.
   Entre chiflidos, claxon y demás groserías la policía de tránsito permitió pasar a unos cuantos desesperados por el carril que iba en sentido contrario.
   -Ya no los somos más linda. Dijo el padre a respuesta de la pregunta, giro el auto para seguir por el camino recién abierto y tuvo que detenerse unos metros adelante, todo volvía a ser como  hace un momento.
   -Vamos a llegar tarde Frank. Decía una niña de 8 años desde el asiento del copiloto.
   -Aún tenemos tiempo cariño y por favor ponte el cinturón. Ciertamente no se explicaba cómo era posible que su propia hija no le llamara “padre”. Que se refiriera a él por su nombre no representaba nada malo en sí, pero siempre le había resultado muy curioso.
   Al rato, con un calor ya mortal para cualquiera, una discusión se daba en la parte trasera del auto, la pequeña de 6 años peleaba con su hermano de la misma edad por el oso. La estación de la radio pasaba en ese momento un poco de Chopin, lo cual, debería representar calma para el conductor, pero no era así, estaba en el punto de volverse hacia atrás, descuidar el volante y perder los ojos del camino para poner fin a la infantil pelea.
   -¿Frank?
   Era suficiente, no podía soportar más, bajo la ventanilla de su puerta con el sistema eléctrico y alzó la mano. Un segundo después, un vendedor de helado estaba justo al lado de su auto, se volvió hacia su copilota y preguntó de qué sabor quería su helado, lo mismo hizo con los pasajeros de atrás y al pagar por cuatro helados, dos de limón y dos de fresa, la pequeña de 6 años le dijo algo que no alcanzó a entender.
   -¿Quién es el Señor Ravioli?
   -Es mi oso, él quiere de fresa también.