miércoles, 6 de abril de 2011

La suave brisa...

Hoy mi madre, que en paz descanse cumpliría 76 años de edad, hace ya cuatro años que no estaba con nosotros y ahora tendría que regresar al lugar donde había pasado parte mi infancia para reunirme con la familia una vez más.
  Aún mantenía fresco el alegre recuerdo de la primera vez que viaje en automóvil con mis padres, ellos siempre se quejaban del tránsito, de los malvivientes que se acercaban a pedir dinero con su andrajosa mano, de la explotación infantil en los cruceros y de las personas que iban ganándose (o más bien arriesgando) la vida toreando coches en busca de vender algún producto que les permitiera sobrevivir, todo mientras yo iba maravillado con una suave brisa que entraba por la ventanilla a medio bajar de una de las puertas de atrás al recorrer las calles.
  Hace dos horas que llegué a Federal Di, no recordaba lo grato que era viajar en auto en esta enorme ciudad. No llevaba ni tres calles recorridas y ya había obtenido servicio de limpieza para el choche por hombres entregados a su trabajo, por lo menos dos personas de aspecto descuidado lavaban y enjuagaban los cristales, sacudían las puertas, el cofre y la cajuela con lo que parecían unos plumeros ennegrecidos  por toda la labor titánica de limpieza. También fui publico de un espectáculo llevado a cabo en cada uno de los semáforos que me tocaron, muy variado y agradable, payasos con cuerpos pequeños como de niños realizaban malabares mientras unos de mayor complexión escupían fuego o soportaban el dolor de cristales rotos sobre sus acostados cuerpos. Después, más adelante mujeres y hombres ofrecían comida y chucherías en charolas de cartón. Me sentía como toda una celebridad, ya que al arrancar el auto hacia mi destino cada uno de esos trabajadores se despedían vitalmente con el puño alzado al cielo y agitandolo y gritando no sé qué cosa, quizá alguna suerte de buen viaje o de ánimo al ver mi auto marchar delante de ellos.
  Ya llevo otras cuantas calles recorridas y qué bien se siente la suave brisa que entra por la ventanilla a medio bajar al recorrer la ciudad para llegar con la familia.