miércoles, 18 de mayo de 2011

¿Quién nos mira?...

¿Quién nos mira? El árbol que cubre nuestras sombras y las hace bailar el ritmo de las hojas mecidas por el viento o el infinito mar que tranquilamente se mueve a nuestras espaldas, borrando la frialdad de nuestros cuerpos, rociándonos de una brisa perfumada y con sabor a sal. Nadie nos mira. ¿A quién le podría interesar una pareja que se mueve al compás de una música inexistente? ¿Quién figuraría en la lejanía de dos siluetas apartadas de la realidad, vestidas de forma elegante y misteriosamente escondidas tras un antifaz de tesitura blanca? Nadie. La respuesta es nadie, así como tampoco nos escuchan, ¡es más!, no saben de nosotros siquiera.
   El balcón está situado en un piso demasiado alto para saltar, morirías si lo intentases y yo moriría después por ir tras de ti en un impulso desarraigado, mas sin embargo tus intenciones son claras, quizá el corsé de tu cuerpo no esté lo suficientemente apretado para pensar que no sentirás el impacto del vacío, quizá tu delgado, frágil y delicado cuello, rodeado de un pesado, pero elegante collar no sube de buena forma la sangre hasta tu loca cabeza llena de risos, ¡claro que no!, eres consciente de todo lo que haces y entonces te levantas por sobre el mosaico azul del piso, elevándote hacia el barandal de estilo barroco, desnudando tus pies y sintiendo el frio del abismo, pero solo quieres sentir el movimiento del aire recorriendo tu hermoso cuerpo y entonces finges desmayo, para que yo corra hasta dónde estás y te atrape, salvándote de la caída y de la muerte.
   No temas, estoy aquí ya, no vaciles, no dudes en besar los blancos labios de un desconocido que ha venido en tu ayuda, que yo tampoco conozco tu rostro, pero que estoy dispuesto a conocer, y degustarme de esas carnosidades que llevas de color carmesí.
   Y de pronto escuchamos el vals detrás de la puerta de cristal, de esa pequeña frontera que separa nuestro sueño de la realidad, queremos sentirnos y en aquel momento acaricias mi rostro hasta quitarme casi por completo la máscara de mis ojos, me dices algo que no alcanzo por comprender, como la mayoría de las veces, acercas tu rostro y yo en mi desesperación grito ¡cuidado! Callas mis ansiedades con una sonrisa y entonces te aproximas un poco más y le susurras a mi labios que has venido en mi ayuda, que nadie nos mira.