miércoles, 8 de junio de 2011

La casa de verano...

Cómo no iba a esperarle, la lluvia iba tomando presencia en aquella casa de verano, cerca de la costa de Sirus.
   -El viento sabe a sal, será una gran tormenta ¿no crees?
   -Tal parece… no pudo terminar la oración que pensaba usar, quizá más por la falta de atención de su compañera que por las ganas de fumar.
   -Deberías dejar eso, te matara algún día. No era para nada un comentario fuera de lugar, conocía muy bien la deteriorara condición de Müller, pero era consciente que no le haría caso alguno.
   <<Y tú deberías de dejarme solo o serás tú quien muera…>>, sonreía cada vez que pensaba eso, una y otra vez y, sin apartar la mirada del molesto océano dio una gran bocanada al cigarro que sostenía en la mano izquierda. No había ni una sola luz en el oscuro del cielo, la luna no daba rastro de estar allá arriba y aún así se observaba hermoso, con tonos que iban desde un ligero azul claro hasta un gris rojizo en aquel manto.
   -Algo va a pasar.
   -Contigo siempre pasa algo.
   El tranquilo fumador no captaba lo insinuante que se habían escuchado aquellas palabras, seguía inmóvil, con los ojos perdidos en el mar que batallaba cada vez con más fuerza. Alicia, al no ser correspondida con alguna respuesta, quiso aprovecharse de eso para acercarse un poco más. El viento soplaba con mayor intensidad y el silencio de él solo dejaba ruido a las gotas que se estrellaban en el techo de cristal.
   -¿No quieres ir adentro? Su voz parecía desesperada, probablemente por el frio que sentía en ese momento, solo llevaba puesto un elegante vestido negro que resaltaba el rubio de su cabello.
   -Ya viene. Al decir esto, no dejo que ella se le pegara al cuerpo ya que exhaló todo el humo que había guardado en sus negros pulmones directo en el rostro.
   Alicia no pareció molestarse con semejante agravio y sin pensarlo se asió del brazo libre de Müller. Él solo la inspeccionaba con la mirada, no iba a negar que fuera una mujer hermosa y que el esmeralda de sus ojos resultara demasiado atractivo para cualquiera en su posición.
   -¿Y quién o qué es lo que viene? Decía mientras con sus manos recorría el brazo antes agarrado con fuerza buscando su mano, que se encontraba escondida en el bolsillo del pantalón.
   Un relámpago dio justo en la orilla del impetuoso océano, allá donde acababa el mundo y se escondió alguna vez el sol, todo quedó iluminado por un segundo y, al siguiente junto con un gran estruendo el sistema eléctrico de la casa comenzó a fallar, pronto se quedarían sin luz. Ya en completa penumbra la única señal de iluminación era la colilla de cigarro de Müller, Alicia se había arremetido contra su cuerpo, tanto que desde cierta distancia solo se hubiera distinguido una sola persona.
   -¿Tienes miedo? Su pregunta era quizá muy obvia, sentía el acelerado latir de su corazón.
   -Al parecer tú no, tu corazón está tan tranquilo. Esto parecía desvanecerle el incomodo sentimiento por el que pasaba.
   -También tengo miedo. Lo dijo casi como un susurro, apenas perceptible para el oído de Alicia, tal vez no había elegido bien sus palabras y pronto reparo -supongo que tienes razón, siempre pasa algo conmigo. Eran esas las palabras indicadas, no lo sabía bien, pero había logrado que se Alicia se apretara más contra él, su cuerpo era cálido y su figura se asentaba muy bien contra la suya.
   El agua de la costa parecía calmarse, un suceso poco común para el clima que había, de verdad pronto pasaría algo, grave a ciencia cierta.
   -Ya viene. Le dijo a Alicia e hizo que mirara hacia la costa.
   Una sombra salía de entre las apenas pequeñas olas, era enorme, monstruoso se podría decir y se estaba aproximando hacia donde estaban.
   -¿Qué es eso? Su voz se quebraba a cada silaba, era notorio el horror que sentía al ver que  aquella gigantesca mole surgida del océano  se adosaba contra la costa.
   -Lo que estaba esperando. Al terminar de decir esto lo último que quedaba del cigarro cayó en cenizas al suelo, se quedarían en instantes sumergidos en una lóbrega tiniebla.