viernes, 20 de mayo de 2011

Todo el universo...

Entre tú y yo. La mar de sentimientos, la distancia de una llamada telefónica y un abismo del tamaño de un recuerdo, del recuerdo mi alma. Vendida. Porque recostado sobre mi cama mido tu alejamiento con el número de letras que te he dedicado cada noche, con los pasos que hube recorrido en mi solitario caminar por esta alucinante vida, y con los pensamientos que son cómplices lacerantes de la idea de que tu presencia y tu ausencia son la misma cosa. Y entonces es verdad que no estás. Porque no te encuentro junto a mi lado cuando despierto y cuando me duermo. Porque has tenido la astucia de despedirte sin la dulzura de un beso. Alejándote. Dirigiéndote hacia un horizonte que está más allá de mis sueños y de los nuestros. Pensando que es lo mejor. Pero no importa si es cierto o no. El hecho es que no estás. De nuevo.
   Y hoy, como hace unos meses me arriesgo por esperar y no me gusta. Reviso constantemente el celular y veo que hay dos o tres mensajes y el corazón acelera en desesperación, intentando adivinar si son tuyos. Apuesto porque sí. Y pierdo. Comienzo a acostumbrarme a la derrota continua de tu pensamiento, que no es más que mi pensamiento artesano paranoico del tuyo y me arrebato en emociones de soledad. Tú haces lo propio e intentas justificarte. En mi locura.
    Confieso que a veces me daba por imaginar. De vez en cuando y me gustaba. Que antes de que te conociera ya te estaba amando sin saberlo y sin que tú lo supieras, quizá dejando una pista en un sueño borroso o en una melodía incompleta o próxima a terminar. Justo en ese momento, en el que el incandescente instrumento llega a su descanso. En el silencio. Junto con sus compañeros de trova o de clásica andada. Por algún museo. O simplemente compartiendo una taza de café. Y luego de té. Por los paisajes de mis entristecidos mundos. Ahora callados.
   Entonces andábamos sin encontrarnos, buscando un camino que nos trajera de regreso el uno al otro. Pero solo en pensamiento. Aplazando lo inevitable. Las palabras que a nadie gusta mencionar y que todos rehúyen por temor y por amor también. 
   Y ocurrió. Un día no me aguantabas y yo tampoco me aguantaba ni te aguantaba. Pero no me atrevía a decirlo. Por vergüenza. Que entre tú y yo. Todo el universo.