sábado, 18 de diciembre de 2010

Manos amigas...

Manos amigas? 18 de diciembre, por favor…
  El día esta frio y la nieve cubre mis reforzadas botas. Me gusta el color blanco del paisaje, manto de pureza que cubre toda la suciedad que existe sobre la tierra.
  Sabes? No me gusta la tos que tienes, se escucha como el ronquido de un fumador que espera su muerte en el hospital. Deberías volver a la casa, ahí está la chimenea, recúbrete bajo su tenue calor, no me acompañes. Por favor deja de seguirme y vuelve, no quiero que…
  Pasaron las horas, mejor dicho algunos kilómetros y continua siguiendo mis huellas, tal vez para no hundir sus pies, no lleva zapatos para la nieve. Creo que lo mejor será volver, me preocupa.
  Qué haces? Por qué te has quedado parada? Qué no estabas siguiéndome?
  Regresar parece que no es opción y el viento golpea mi rostro con pequeños y fríos copos. Aún sigo preocupado por ella, no habla mucho, lo mejor será seguir caminando hasta encontrar un lugar más cálido y obligarla a entrar. Funciona, está siguiendo mis pasos de nuevo, ahora solo falta el destino a donde llegar.
  Comienzo a tener miedo, no hay mucho que ver o al menos que se pueda, todo es blanco. No tienes frio? Por qué no responde, quizá deba darle mi abrigo, si no, no habrá forma en que sobreviva y mi preocupación se convertirá en otra, cargar con un cuerpo sin vida. Ahora yo tengo frio, y dicen que el blanco es piedad? O era que simbolizaba paz? Al diablo con eso. No todo está mal, su rostro se ha sonrojado, se ve lindo, ya habrá sentido la calidez por su cuerpo, ahora el problema esta en sus manos, yo tampoco traje guantes.
  Cómo te llamas? No quieres hablar?...
  Muero de frio y aún no hay nada que se asemeje a un refugio…
  Maldita sea! Deja de seguirme de una maldita vez…
  Háblame al menos, dime algo, cuál es tu color preferido? Si responde que el blanco me muero. De qué le sirve ese lindo rostro si no hace más que nada. Bueno, entonces dime, de donde eres, has venido de vacaciones? Yo sí, he salido para… para… Demonios, lo he olvidado, que bueno que no dije eso, nunca me ha gustado hablar de esa forma frente a una hermosa señorita.
  Qué?!...
  No gracias, estoy bien, sólo descanso un poco. Quién diría que la nieve no es cómoda, el sueño comienza a apoderarse de mí. Creo que estará bien si nos detenemos por un rato.
  El calor comienza a llegar, es bueno tener una enorme manta blanca que me cubra. Y esa chica que venía conmigo? Dónde está? Oh! Tonto de mi parte, está a mi lado, ella me ha ganado la carrera ante el sueño, me cubriré por completo para no tener más frio, maldición, olvide ponerme mis guantes.

viernes, 17 de diciembre de 2010

El bobo más bobo del mundo...

Contaré la pequeña historia de aquel hombre que pretendía jugar al “amor”. Jugaba era la palabra indicada. Una, dos o tres mujeres lloraron en su hombro, reían con él, juntaban sus labios con él! Descuida, todo irá bien, se repite y dice a la vez de uno, dos o tres rompimientos. Ahogado por no conocer las reglas del juego, se ve sumergido en la tristeza, embriagándose con una cerveza en compañía de la mejor amiga de nombre melancolía que hay en ese momento. Llama a los demonios, al cielo y a Dios, implora que la culpa no ha sido de él, cómo culparse uno mismo, excusándose tras malinterpretaciones y tergiversando la realidad, aunque no se conozca esta, todo para librarse de la mala pasada. A ratos, maldice los nombres de las mujeres para después romper en llanto, sintiéndose miserable y culpable él, por todo tras aquella cerveza. Ya contrarrestando el efecto adormecedor del alcohol y más despierto por la adrenalina que causa el pensamiento del cambio, como una metamorfosis hacia una nueva y mejor persona, decide por arreglar las cosas, una, dos o tres veces, las que fueran necesarias para enmendar el error o quitarse la culpa al menos.
  Con un ramo de flores en la mano que sostiene al mismo tiempo el cuerpo frio de la guitarra y con la desafinada voz canta, canta al amor, canta al perdón y a la oportunidad. Una, dos o tres veces se consigue entrar de nuevo al juego, sin darse cuenta de que no se trata de jugar y menos sin conocer las reglas. Tiempo de flores, tiempo de felicidad hasta que de nuevo comete una equivocación, no culpes al corazón, el no tiene la culpa de la ignorancia. Se ha de aprender un día, a la buena o a la mala, pero seguir “jugando” como diría alguien, siempre estando presente para el amor, ya que alguna vez este nos ha de voltear a ver y decirnos como hay que hacerlo.
  Hay que estar atentos, porque las reglas o instrucciones que nos da el amor mismo no se dan una, dos o tres veces como quisiéramos, sólo y únicamente ¡por una vez! No, no es cierto, la verdad es que toda la vida nos las están dando, lo importante es que uno esté atento de encontrarlas, cosa que muy pocos hacen, la mayoría espera ser amados así sin más, tienen la idea de que el amor lo encontraran por casualidad doblando a la vuelta de la esquina y serán felices por siempre. Pero bueno, eso ya no forma parte de la historia del uno, dos o tres veces “el bobo más bobo del mundo”.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Sólo por hoy...

Me he decidido, hoy y solamente hoy quiero perder la memoria, olvidarme de sus rostros y nombres conocidos. Quiero reencontrarme con el mundo, volver a decir “te amo” sintiéndolo de verdad, maravillarme de nuevo con aquello que me fue robado por la perversión del tiempo y sorprenderme de esta misma cuando me dé cuenta de ella. Hablar y escuchar, para poder volver a hablar. Convertir lo viejo en nuevo, inventar y reinventar la sensualidad con la que me muevo. Reemprender el camino hasta llegar otra vez a ti, sólo por hoy.

martes, 14 de diciembre de 2010

Tan borracha como hermosa...

Y ahí estaba, tan borracha como hermosa. Se movía de un lado a otro por la habitación, con los redondos y pequeños senos al descubierto, bailaba con sensual ímpetu para un público inexistente. Cansada y con todo a su alrededor dando vueltas se recostó sobre la cama, las blancas colchas delimitaban su figura en un hueco donde cualquiera quisiere dormir. Su respiración era tenue y tranquila, parecía un bello demonio que sueña con ser un ángel algún día…

lunes, 13 de diciembre de 2010

Mujer, de todas las muertes mi preferida...

“Mujer, de todas las muertes mi preferida,
con el alma desnuda, con la apagada sombre.
Si siendo de forma dolora o grata,
que seas tú, quien se lleve mí alma ennegrecida…”
  El teléfono suena, es la muerte o al menos una sensual voz que dice ser ella. Me ha invitado a cenar, dice que usara un vestido rojo para que la reconozca cuando entre al lugar dicho.
  Al llegar, estaciono el auto cerca de la entrada de lo que parece ser un restaurante, acto seguido, bajo del auto y me dirijo hacia mi destino, llevo un traje gris, sin corbata, nunca me han gustado usar una de esas sogas con las que los oficinistas cuelgan cuando están aburridos, tan aburridos de sus vidas. Dios! Es cierto, digo al cruzar el umbral, pero me llevo las manos a la boca rápidamente, como tratando de ocultar las palabras que ahora flotan en el aire. Ahí está, la reconozco por su vestido rojo, pienso un segundo si está bien que vaya hasta ella o si mejor doy media vuelta y desando el camino que me trajo. Muy tarde, se ha percatado de mi presencia, cómo no lo imagine antes, se ha levantado ya dejando ver su entallada figura en aquella tela de color vivo, se ve encendida, bastante sensual a los sentidos, creo que se ve bastante hermosa. Aún me repito con ímpetu; “muy tarde” porque ahora está frente a mí, besa mis temblorosos labios y me coge del brazo para llevarme a la mesa, ya es bastante tarde y no hay vuelta atrás.
  El camarero llega para tomar la orden, ella pide carne término medio con ensalada. Estoy nervioso y todos dentro del restaurante lo notan, me observan sin siquiera voltear, piensan que cómo es posible que un simple individuo como yo esté cenando con una mujer como tú. Te miro fijamente con el semblante espantado, sabes de mí, sabes quién soy y sabes quién dejare de ser, acaricias mi entrepierna con tu delgado pie y, mirando mis excitados ojos preguntas que qué es lo que voy a ordenar. Su pie sigue frotando hasta llegar hasta mi miembro y no puedo detener la reacción que a continuación acontece, respiro cada vez más rápido y veo que lo que indecorosamente roza mi libido tiene las uñas pintadas de rojo, hace juego con el vestido, creo que me gusta. El camarero desespera y en mi delirio le sigo el juego; una copa de vino, del mejor vino aclaro casi como una orden. Su pie ha dejado de hacer lo que hacía.
  Quizá fue muy precipitado lo del vino, parece molesta y no quiero hacer enfadar a la muerte. Luces muy bien, digo esperando amenizar el mutismo de la escena. Te llevas las manos a la boca y comienzas a reír, pides que te sirva un poco del mejor vino que pedí, ahora respiro con más seguridad.
  Después de una plática suelta y tal vez por el vino te levantas del asiento, te subes a la mesa sin que las demás personas o lo que parecen ser, se percaten de tus acciones y me besas de nuevo, en mis ahora correspondientes labios, susurras al oído que te gusto, que no tenga miedo. Agitado por el momento suelto sin querer la pregunta que me atormentaba desde que conteste el teléfono; voy a morir? Y silencio. Te quiero conmigo, respondes a la vez que te levantas y te alejas. Que significaba eso de quererme con ella, cómo es que la muerte quiere y puede estar con alguien, sólo imagino una forma de que eso pase, muriendo. La sigo con la mirada llena de duda, me ha sentido, sabe lo que pienso y voltea, dice que no tenga miedo, que vendrá por mi mañana a este lugar, que no falte a esa nueva cita.
  Ya casi es hora y el teléfono suena, no quiero contestar porque aún tengo miedo y porque estoy por salir a mi encuentro con aquella mujer, de todas las muertes mi preferida…

domingo, 12 de diciembre de 2010

La alfombra...

La alfombra se siente bien bajo los pies desnudos, es una lástima que vaya a vaciar mi copa de vino sobre ella, volviéndola inútil, pegajosa. Al par de unas horas los dueños del lugar, molestos y con la cara enrojecía me pidieron que saliera amablemente. La tranquilidad en mi rostro parecía molestarlos aún más, estaban furiosos, pero tal vez porque nos encontrábamos a la vista de todos y que ellos no quererían llamar la atención de esa forma, fue lo que imposibilito que las ganas fieras de arrojarme a la calle como a un perro se dieran por frustradas, aunque quizá si merecía aquello. Al rato, dos sujetos de aspecto o pinta de gorila me encaminaban a la salida sujetándome cada uno de un brazo, respectivamente derecho e izquierdo y, sin problema alguno, parecía que era yo quien los guiaba. Momento! Dije en un instante y tras un ligero y sutil movimiento me libere de ellos, mis pies apenas si rozaban la alfombra en dirección opuesta, hacia donde se encontraban los dueños de aquel lugar, disculpen señores he olvidado mi copa. Sus encolerizados ojos se hundían en mi espalda como puñales, miraban atentamente mi lejanía a cada paso, los gorilas de antes observaban estupefactos y se unieron en mi andar a la salida al pasar delante de ellos, pero ahora sólo de cerca, como mis sombras. Permítanme caballeros, abrí la boca y los hombres a mis espaldas se detuvieron, dejaron darme la vuelta en el marco de la puerta principal y sin más, alcé mi copa aún con vino en señal de brindis y la vertí toda sobre mis pies desnudos.
  Ya en la calle, el cielo cubría mi fascinación con una brisa que acabo por empaparme en tan sólo cinco minutos, pensaba mientras las luces artificiales encendían una a una. Qué diferencia hay entre ser el jefe que se pasea sin ninguna preocupación y haciendo lo que le plazca y un alcohólico y vagabundo sin calzado que entra por casualidad en un lugar como este. Me seguí cuestionando por un largo rato hasta que decidí entrar de nuevo, tenía sed y quería un poco más de vino, lastima por la alfombra.